Domingo 1 de junio de 1997
Soad Louis Lakah en los caprichos de Raúl
¿Qué tendrán las
cárceles o los hospitales con nuestra amistad? ¿No
son casualidades, verdad que no? A lo mejor la libertad y la
salud nos están tendiendo trampas para no continuar desconociéndonos.
Tal vez sus precarios caminos nos entrecruzan una próxima
cercanía, alejada de túneles o socavones.
Recibe mis mejores deseos en la nueva independencia.
Raúl. Cereté. Mayo 13 de 1977.
Esta carta fue la primera señal
que recibiría la escritora Soad Louis Lakah de que en su
vida también el poeta Raúl Gómez Jattin dejaría
una huella profunda. Aún no se conocían personalmente,
lo hacen tres meses después de que ella recibiera la carta.
"Yo formaba parte del grupo
literario El Túnel. Yo sabía de su poesía,
de su trabajo literario, sabía que era una persona inteligente.
Pues teníamos amigos en común y cuando hay amigos
en común, hay cariños en común".
"A raíz de eso siempre
me llamaban para que lo ayudara a sacarlo de la cárcel
o del hospital, porque desde ese momento, Raúl comenzaba
a tener problemas. Me envió esa carta".
"Después, a los dos o
tres meses nos conocimos personalmente. El fue a mi casa, conversamos,
me leyó sus poemas, me hizo unos poemas. Raúl era
una persona muy inteligente, muy leída, muy preparada,
muy intelectual. Había devorado esa literatura que no
todos tenemos la capacidad de asimilar al leerla. Raúl
se alimenta de eso y comienza a través de su entorno y
vivencias a producir la poesía con la gran vitalidad y
fuerza, de manera clara, con nombres propios de llamar las cosas.
Sin temores, sin rubores ni verguenzas".
"Cuando veo que señalan
a Raúl y lo comparan con los Poetas Malditos y creen que
su locura lo hizo importante, yo pienso que su locura no fue importante
dentro de su poesía".
"Su poesía estuvo primero
y fue lo más importante, no su locura ni su momento de
exhibición y actitud distinta ante la vida y esa otra personalidad
que tomaba a veces. A Raúl lo hizo la poesía.
Le dio fuerza a la poesía y tenía identidad con
ella. Pero no es la excusa - como quieren decir ahora - que Raúl
era loco y que, porque se vestía así, era buen poeta
o que eso lo hizo famoso. Eso es otra cosa".
"El fue un tipo muy inteligente,
estudioso, preparado, como ningún otro, sabía exactamente
cuál era la medida de la inteligencia, el desarrollo intelectual
que tenía cada persona. Medía a uno con la mirada
y sabía hasta dónde era uno capaz. Raúl
era su poesía buena y lo hizo su poesía, no la locura".
"El utilizaba la excusa de la
droga para que nadie le dijera nada, para que nadie le señalara
cómo debía ser su comportamiento. No era loco,
sino vicioso. Y eso la gente lo señaló como locura".
"Pero Raúl Gómez
sin droga era otra persona. La droga fue desmejorando su cuerpo,
su estado físico se descompuso. Pero mientras no estaba
bajo los efectos de la droga, su mente le sirvió para ser
vital, para ser inmortal en la poesía, para seguir viviendo,
para a veces arrancarnos un dejo de nostalgia o una sonrisa".
"Siempre que hablaba con él era una sorpresa"
"Siempre que hablaba con él
era una sorpresa porque siempre tenía algo nuevo. Algo
importante, algo inteligente de qué hablar o qué
decirle a uno. Era una caja de sorpresas que siempre venía
con él. Los temas que trataba, por lo general eran nuevos,
te aportaban, te enseñaban, te ponían a pensar,
porque Raúl era de una profundidad".
"Con una sola frase o una sola
palabra te ponía a pensar, o te ruborizaba o te cuestionaba,
te llevaba a pensar en que de verdad era un creador. No era necesario
que dijera que era poeta para saber uno que estaba haciendo poesía".
"De Raúl guardo mucho"
"Su sabiduría, su manera
de ver la vida como si la estuviera soñando, como si cada
día se levantara de un sueño. Que su poesía
era vital, determinante, llegaba como la flecha al punto blanco.
No comenzaba a malgastar palabras.
Al sufrir los estragos de la droga,
hace que en él se dieran algunos baches en lo que hacía.
La droga era la culpable de eso".
"Era querendón"
"Era una persona querendona
y definitiva para querer a alguien. Con Raúl se hablaba,
se discutía, se peleaba, como sucede en todo ser humano
y en toda amistad, a golpes, a trompadas, a cariños, a
afectos y él sabía la medida".
"Después tomó
una actitud de ponerse una máscara, y como decía
Oscar Wilde, "todos tenemos una máscara y terminamos
pareciéndonos a ella".
"Raúl también
tomó esa máscara como buena persona que le gustaba
el teatro, que sabía lo que era el teatro. Y se vestía
de pordiosero, de mendigo para que se le facilitaran, que nadie truncara
su libertad".
Raúl hacía temblar a muchos
"Cuando yo estaba en la Casa
de la Cultura, hizo desastres. Una vez para un recital, peleamos
porque me dijo que iba a hacer un recital y entonces cogió
y nos encerró a todos los que estábamos en el acto.
Le puso candado a las puertas y se había guardado las
llaves en el bolsillo de su pantalón y no nos dejaba salir
de allí".
"Cogió unas velas,
las prendió, tomó el bombo de la Banda Departamental,
se rompió toda la ropa. El me había dicho
que le hiciera una corona , flores, pero resulta que no encontramos
flores y le hicieron una de flor del verano. Raúl llegó
y se enterró esa corona de flor de verano en la cabeza
y todo el mundo sufriendo en sus butacas al ver correrle la sangre
por su frente y su rostro".
"Tocó el bombo durante
unos diez minutos y todo el mundo permanecía en silencio
absoluto. Después fue él quien lo rompió
con una risotada, burlándose de nuestro miedo dibujado
en nuestras caras. Y es que Raúl era un híbrido,
era teatro y era hombre".
"Esa vez en vez de leernos sus
poesías comenzó a cantar vallenato, recuerdo ese
que se llamaba "La Golondrina". El tenía muy
buena voz para el canto"
¿Cómo era la reconciliación?
"Otra cosa que él tenía
era que cuando peleábamos, llegaba después a mi
casa y se sentaba en el piso y recostaba su cabeza sobre mis rodillas
y comenzaba a cantarme canciones de Serrat, o vallenatos, era
como un niño. Tenía alma de niño. Y de
esa forma pedía que lo perdonara. Yo lo entendía".
"Mis diferencias con Raúl
"Fue cuando él quiso
hacerme un comentario de mi libro "Los Caprichos de Dios".
Pero cuando él me lo entregó, me pareció
que era demasiada generosidad por parte de él, porque en
el comentario me comparaba con Borges, García Márquez
y no lo publiqué en el libro, ni en ninguna otra parte,
porque de pronto la gente iba a decir que me aprovechaba de su
locura para decirme esas cosas. Pero en el momento en que lo
escribió, él me pidió que ese escrito apareciera
en el libro. Yo le dije que sí pero nunca lo incluí
y vino con violencia a reclamarme. Tuvimos una pelea, nos enfrentamos,
pero yo sabía que esas peleas, pasaban y así fue".
¿Qué le preocupaba?
"Le preocupaba la insensibilidad
de la gente, la juventud, la gente que no sabía nada, la
gente que vivía de apariencias, con posturas falsas. Cuando
se vive intensamente en la vida, esa frivolidad molesta mucho
y eso le molestaba a él".
El amor para Raúl
"El no definía sus amores.
Entre hombre y mujer, para él no había diferencias.
El era una persona que amaba a las personas de ambos sexos, así
como amaba a una mujer, también amaba a un hombre. No
le interesaba el cuerpo del hombre o de la mujer, le interesaba
era el espíritu del ser humano, él buscaba a Dios
en cada persona y él se volvía Dios creando.
"No fue un suicida"
"Toda muerte produce desconsuelo
y lamento pero es un camino de obligación para todos, como
dice Pablito Flórez. Yo creo que Raúl no fue un
suicida, fue atropellado por un carro. Quizá él
estaba esperando un taxi y quizás los que pasaban no le
paraban y el que finalmente se decidió a llevarlo paró
en otra acera, y cuando atravesó, se lo llevó otro
carro que venía a mucha velocidad". Pero suicidio,
no fue. Se lamenta su muerte porque se acaba su producción
pero queda su trabajo".
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