Rasgos biográficos de los próceres
José María Cordoba (Jeneral.)
Autor:
Constancio Franco
[NOTA: Se respeta la ortografía original del documento]
JOSE MARIA CORDOBA
|(Jeneral.)
Entre los guerreros de la independencia, fué Córdoba uno de los
mas jentiles en el porte i la figura.
Buena talla, bellísima fisonomía, aire enteramente marcial; todo
era en él simpático i admirable.
En la inquietud i brillo de sus ojos se dejaba conocer su alma
volcánica e impetuosa; i en el tinte sonrosado de sus mejillas i
nariz algo levantada hácia la mitad, el linaje de su sangre.
Tal era la belleza física de aquel formidable atleta de la
guerra, que Páez esclamó al verlo: " He aquí un
principe!"
Nació el Jeneral Córdoba en la ciudad de Rionegro, Estado de
Antioquia, en la tarde del 8 de setiembre de 1799.
Sus padres, que eran personas de fortuna i valimiento, criaron
al niño con la mas acendrada i fina solicitud, dedicándolo al
estudio apénas llegó a la edad capaz para ello.
Nacido con instinto guerrero, dejó conocer desde mui temprano su
amor por la carrera de las armas; siendo sus juegos favoritos de
infancia, el simular, con sus pequeños compañeros de estudio,
campañas i batallas; cuyas diversiones se tornaban de vez en cuando en reyertas, en las cuales se mostraba siempre indomable i
atrevido.
Dedicado, dando espansion a su carácter, al estudio de las
matemáticas, aprendió geometría con el célebre setembrista Carujo;
haciendo otros cursos de aquella ciencia con el sabio Cáldas.
Estando aún mui jóven, recibió en un certámen público, como premio de su aprovechamiento, el libro de Plutarco titulado " Hombres ilustres "; i de esta obra inmortal
tomó modelos para su conducta; de manera que en la edad viril
apareció con la entereza de Lúculo, la intrepidez de Craso, la
actividad de Eumenes i el amor a la gloria que guiaba a
Alejandro.
I cosa sorprendente, el Jeneral Córdova, que era en la guerra
uno de los mas temidos esforzados campeones, fué sumiso a la
disciplina militar, obediente al mandato de sus superiores i jamas
se dejó guiar por la envidia; fatalidad que persigue a los hombres
grandes como la sombra al cuerpo.
Su carrera militar es espléndida. Vencedor o vencido, de todo
campo de batalla se llevó siempre un jiron de gloria, fundándose
una reputacion tal, que al hablarse de los hombres valientes de
América, cuando se nombraba a Páez, se lo nombraba a él.
A los quince años empezó a servir a la causa de la
independencia, inscribiéndose de soldado en las filas republicanas
que a órdenes de los Jenerales Cabal i Serviez hacian la guerra a
los tiranos en el Sur de Nueva Granada.
Deseoso de que se presentara un lance en el cual pudiera
demostrar a sus copartidarios de lo que era capaz, i a los
realistas el nuevo enemigo con quien tenian que habérselas mas
tarde, le llegó a poco el dia deseado de recibir su bautismo de
sangre.
El 8 de abril de 1815 Serviez i Cabal, que comandaban mil
independientes, tuvieron que combatir a dos mil españoles que, al
mando del Jeneral realista Vidaurrasaga, salieron a su encuentro en
el sitio del Palo. Córdoba, que peleaba a las inmediatas órdenes
del Coronel Montúfar, se batió con tal heroismo que, avanzando solo
dos o tres veces hasta penetrar en las filas enemigas, se escapó de
recibir la muerte por su temeridad, habiéndosele atravesado el
sombrero por una bala.
Serviez, que lo habia visto pelear, lo elevó de Cabo de compañía
que era a Capitan, aconsejándole que " en adelante debia
ponerle freno a su arrojo i ser un poco mas moderado en el
combate." El, por su parte, escribió a su padre dándole
cuenta de la batalla, i en la carta le decia: " Me gusta
mucho la guerra... Jamas pienso en que me han de matar; pero si por
nuestra desgracia muero, es porque a eso me tiene destinado Dios...
Mis Jefes están mui contentos de mi conducta, me aprecian como a su
hijo, i yo trataré de que me quieran mas cada dia... El Mayor José
María Cabal es un tigre."
Su padre, que lo adoraba, apesar de la gloria que el jóven
adolecente estaba próximo a conquistar, hizo poderosos esfuerzos
para traerlo a su lado, retirándolo de la vida de campaña; pero
Córdoba, obedeciendo al instinto, que es la lei mas imperiosa de la
naturaleza humana, lo desengañó al fin diciéndole: "
Imposible retirarme del ejército, la Patria necesita soldados i yo
me siento con el deber de pelear por ella hasta morir. No pretenda
usted cortarme mi carrera."
Hecha la resolucion de servir a la libertad hasta la muerte, i
atada ya al cinto la espada de Capitan, trofeo adquirido por su
denuedo en un lance terrible, comprendió que debia aspirar como los
antiguos atenienses, a ser digno de la República, a fin de hacerse
acreedor de la historia, i cerrando su corazon a la sensibilidad de
los afectos domésticos, se lanzó entusiasta en la lid,
prometiéndose hallar tumba gloriosa o ser un Hércules del
derecho.
Perdida por el brioso Coronel Liborio Mejía la accion de la
" Cuchilla del Tambo," 29 de junio de 1816,
Córdoba vino a Cundinamarca i encontrándose de nuevo con su antiguo
Jefe Serviez, se enroló en las filas que éste i el benemérito
Jeneral Santander comandaban, i como edecan del primero partió para
Casanare.
Internado poco despues en Venezuela, se puso a disposicion del
indomable Páez, i estuvo con él
|, haciendo increibles proezas
de arrojo en las batallas de Arichuma, el Yagual, Achaguas i
Guadualito, adquiriendo vivas simpatías entre los suyos, haciéndose
respetar i temer de sus adversarios i recibiendo grados
militares.
Cuando el
|Libertador trasmontó en 1819 la gran cordillera
andina con el fin de romper las cadenas que mantenian atados a los
granadinos al yugo ominoso de la servidumbre, Córdoba hizo parte de
los invasores, peleando briosamente en Paya a órdenes del Jeneral
Santander, Bonza, Gámeza, Pantano de Várgas i Boyacá.
En esta última accion se portó con tal bizarría, que Bolívar, en
recompensa de su heroismo, lo ascendió a Teniente-coronel, apesar
de ser el agraciado, así por su aspecto como por su edad, un niño a
quien parecia faltaban la madurez i la reflexion del caso para el
ejercicio de un puesto tan elevado en la milicia.
Pacificado el territorio de Cundinamarca, el
|libertador,
conociendo las aptitudes del jóven guerrero, le confió la mision de
libertar la provincia de Antioquia, para lo cual le dió un cuadro
de oficiales i cien hombres de tropa.
Córdoba marchó precipitadamente en busca de nuevos triunfos, i a
su sola presencia en el teatro en donde debia obrar, los tiranos
huyeron espantados i los libres se pronunciaron en favor de la
República.
Una vez que hubo ocupado la ciudad de Rionegro, tuvo
conocimiento de que el Jefe español Wartela, penetrando por el rio
Cauca en el territorio antioqueño, habia fijado, resuelto a
combatir su cuartel en el sitio de Yarumal; i en el acto,
aprestándose convenientemente, se lanzó con quinientos hombres
sobre los realistas, venciéndolos gloriosamente en el sitio de
Chorros-blancos.
En seguida, creyendo que su presencia era necesaria en la Costa
de la República, en donde algunas fuerzas realistas mantenian
enarbolado el pabellon de Castilla, se acercó a Zaragoza i
proporcionándose allí algunas embarcaciones lijeras, bajó hasta
cerca del rio Nechí; ocupando luego el pueblo de Cáceres, i en
seguida a Magangué; despues de haber obtenido algunos triunfos
espléndidos i ejecutado movimientos difíciles, de los cuales salió
bien, debido a su imperturbable serenidad i al arrojo que lo
distinguia.
Puesto a poco en comunicacion con el almirante Brion i el
Jeneral Mariano Montila, creyó conveniente ocupar la ciudad de
Mompos, i dirijiéndose a ella, la tomó a principios de junio de
1820, reuniéndose allí con el invicto i denodado Jeneral Hermójenes
Maza.
Los españoles, formando una escuadrilla compuesta de once buques
bien tripulados, i armados convenientemente con piezas de grueso
calibre, ocuparon en el rio el sitio de Tenerife, i resueltos a
combatir esperaron a Maza i Córdoba, quienes, deseosos de
vencerlos, fueron sobre ellos, animados de la temeridad que los
distinguia.
La accion tuvo lugar el dia 25 del mes citado, i Córdoba dijo al
Jeneral Montilla en una carta en que le habla de esta jornada:
" Yo debia atacar por tierra i Maza por agua; mas él,
jugándome una mala partida, llegó primero, como era natural, a
Tenerife, i cayendo como un rayo sobre los españoles, los acuchilló
bárbaramente. Yo no pude combatir, pues Maza no me dió tiempo, i
esto me ha causado un gran pesar, pues que aquella victoria me
pertenecia por muchas razones...."
Despues del sangriento combate de Tenerife, Córdoba marchó sobre
Barranca, ayudando a Montilla a estrechar el sitio de Cartajena,
que terminó con la rendicion de la plaza.
La campaña de la Costa, en la que el jóven héroe se distinguió
como jamas lo habia hecho, ya por la pericia en los movimientos i
ya por el arrojo que le era característico, le valió el ascenso a
Coronel efectivo.
De Barranquilla pasó a Panamá, contribuyendo a la independencia
de esta provincia; luego de lo cual se dirijió al territorio
ecuatoriano en busca de nuevas glorias.
En Riobamba se unió al eminente Jeneral Sucre, i al lado de
aquel caudillo, simpático como pocos de cuantos lucharon por la
independencia de América, peleó con singular denuedo en la famosa
batalla de Pichincha, colocando el primero en la plaza de Quito, 25
de mayo de 1822, la bandera tricolor de Colombia, despues de haber
sido dominado este país por la Metrópoli, por el espacio de
trescientos años.
El comportamiento de Córdoba en Pichincha le valió el haber sido
ascendido a Jeneral de brigada, cuando apénas contaba veintidós
años de edad!
Hallándose el ejército libertador en Quito, tuvo lugar en Pasto
la insurreccion del Coronel español don Benito Bóves; insurreccion
que vinieron a debelar los Jenerales Sucre i Córdoba; luchando
nuestro prócer con heroismo incomparable en las acciones de
Guáitara, Cuchilla de Taindalá, Yacuanquer i Pasto.
Dirijiéndose en seguida a Popayan en desempeño de una comision
difícil, regresó luego al Ecuador en marcha para el Perú; pasando
por entre el enemigo, impasible i sereno, burlándose de las balas
enemigas, que frecuentemente trataban de contenerlo en su
marcha.
A aquel patriota, esforzado i activo, le reservaba la
Providencia su papel en un acontecimiento que, grande como pocos en
la historia de las revoluciones, por el hecho mismo, i por sus
fecundos resultados en favor de la libertad de un continente, habia
de contribuir a hacer eterna la celebridad de su nombre. Tal fué la
batalla de Ayacucho !
En este encuentro fué el héroe antioqueño quien, ''al mando de
su division i secundado por ocho escuadrones de caballería, decidió
la suerte de aquella inmortal jornada." Al recibir del
Jeneral Sucre la órden de avanzar sobre el enemigo, inventó el
famosísimo ataque que ha llegado a ser legendario en la América
española: "
|Soldados, armas a discrecion i paso de
vencedores. " "Dar la órden i caer sobre la
division de Villalóbos i destruirla, fué obra de mui poco
tiempo."
En seguida Córdoba, lleno de entusiasmo i arrastrado como por el
huracán, venció una fuerza de caballería, i tropezando luego con la
division del Jeneral Monet, la destruyó con la misma habilidad i
presteza con que lo habia hecho con la primera que quizo oponerse a
sus armas valerosas.
Aquel batallador prodijioso estuvo en todos los puntos de
ataque, haciendo tales esfuerzos por la victoria, que al fin
contribuyó a asegurarla; quedando con este triunfo hecha la
independencia del Perú.
Sus esfuerzos en este duelo le valieron el título de Jeneral de
division; recibiendo el grado en una edad en que solo Murat pudo
adquirir, por su denuedo i pericia, semejante gloria!
El
|Libertador apreció de tal manera los esfuerzos de
Córdoba en la accion de Ayacucho, que habiéndole obsequiado las
autoridades del Cusco una corona de oro i piedras de gran valor, la
puso sobre la cabeza del héroe diciendo : " esta corona
debe ceñir la frente del vencedor de Ayacucho," a lo que
contestó Córdoba: " Si esta prenda de tanto valor moral la
cedeis, señor, al vencedor de Ayacucho, yo la pongo sobre la cabeza
del Jeneral Sucre, a quien corresponde como mi Jefe en aquella
batalla; no teniendo yo mas mérito que el de haber sabido cumplir
sus órdenes conforme las recibí."
Obligado Córdoba al fin a recibir la corona, la donó al lugar de
su nacimiento diciendo : " Que los hijos de Rionegro sepan
cómo premian los libres a los leales defensores de la
Patria."
Terminada la campaña del Perú, el famoso campeon de Ayacucho
regresó a Bogotá, cerniéndose como el águila por encima de ese
cumulo de peripecias políticas que tuvieron lugar entre los
patriotas, especialmente en los años de 25 a 27.
El habia peleado por la República i contra el despotismo desde
el momento en que la naturaleza, dándole fuerzas para manejar las
armas i resistir las faenas de la campaña, se lo habia permitido.
Espulsados los déspotas del suelo por cuya independencia habia
luchado con tanto valor, tanta abnegacion i tanta constancia, nada
tenia que hacer en las contiendas civiles que tuvieran lugar entre
sus compañeros i
hermanos; contiendas a que, por un singular contraste del espíritu
humano, amante por instinto de la libertad i la justicia, da lugar
por lo comun el interes individual de uno o unos pocos que, siendo
bastante hipócritas para disfrazar sus propias ideas, se
manifiestan republicanos, tiranizando a la sociedad cuando pone en
sus manos sus destinos, con mayor rigor aun que el acostumbrado por
los déspotas de oficio.
El Jeneral Córdoba habia hecho una campaña en que recojió en el
campo del honor i de la gloria inmarcesibles laureles que ni el sol
del tiempo era bastante a marchitar. Corazon de Leon, alma de
espartano, habia sido a semejanza del Cid campeador, i segun decia el Jeneral Sucre, "la centella de las
batallas."
Sirviendo a la Patria como lo hizo, habia conquistado la
admiracion i cariño de sus conciudadanos i un puesto en la
inmortalidad; qué mas podia apetecer ?
No obstante sus propósitos, a fines de 1828 el
|Libertador
lo envió sobre Popayan con una division de mil quinientos hombres,
a fin de debelar el movimiento revolucionario encabezado por los
Jenerales López i Obando; movimiento que se estendia desde aquella
ciudad hasta Pasto.
Esta revolucion terminó felizmente sin mayores desgracias, i
Córdoba, por órden de Bolívar, se situó en Pasto pronto a lanzarse
sobre el Perú, en donde habia tenido lugar un nuevo alzamiento
contra la República.
Esperando allí órdenes, se le retiró del servicio activo en
campaña; haciéndole con esto una ofensa que su carácter no podia
tolerar i que exaltó su ánimo hasta la desesperacion.
Creyendo entónces aquel magnífico patriota, tanto por lo que se
acababa de hacer con él, como por otros acontecimientos que habian
tenido lugar, que de lo que se trataba era de establecen una
dictadura en Colombia; i mal sujestionado, por otra parte, por los
enemigos capitales de Bolívar, regresó a la ciudad de su nacimiento
i se lanzó en el camino de la insurreccion.
Entónces se le mandó reducir a prision; pero él, vivo en demasía
i activo como pocos, se libró de ser capturado, i marchando sobre
Medellin con cincuenta hombres, ocupó la ciudad, declarándose Jefe
del ejército liberal de la República.
Sabido esto en Bogotá, el Gobierno envió ochocientos hombres a
Antioquia al mando del Jeneral Daniel F. O'Leary, quien desde la
bodega de Remolino mandó al Coronel Manuel Montoya cerca de Córdoba
haciéndole ofrecimientos i proposiciones de paz.
"Córdoba, dice el Jeneral Posada en sus memorias,
triste pero heroicamente resuelto, contestó que despues del paso a
que lo habian precipitado, no le quedaba mas recurso que vencer o
morir."
" Es imposible vencer," le dijo Montoya.
" Pero no es imposible morir," le contestó
Córdoba.
Sublime respuesta, que demuestra hasta dónde un hombre de honor
i de corazon siente las ofensas inmerecidas que se le hacen.
" Antes de la humillacion la muerte! He aquí un problema
resuelto por los grandes espíritus! "
El héroe insurreccionado, resuelto a combatir, salió al
encuentro de la fuerza enemiga al sitio del Santuario, con
cuatrocientos reclutas que habia logrado recoger; i allí peleó el
17 de octubre del año de 29, con un valor digno de admiracion,
haciendo a los ochocientos veteranos de O'Leary una resistencia
firme i prolongada.
El Leon de Pichincha i Ayacucho, a quien las balas de los
déspotas habian respetado en cien combates, fué herido al fin por
el plomo mortífero de sus mismos hermanos, los libres, i próximo a
la muerte se le retiró, cuando ya su novicia tropa estaba
despedazada, a una casa inmediata del campo de la lucha.
Dada la victoria, se dirijió allí el inglés Ruperto Hand, i
viendo a Córdoba tendido, sufriendo los mas crueles padecimientos,
desenvainó su sable i lo asesinó vilmente.
Así terminó la vida de aquel brioso soldado de la República,
cuyo nombre está escrito con letras de oro en los fastos de nuestra
historia patria! Que Dios perdone a sus matadores i la posteridad
los olvide!
[Tomado de Biblioteca Luis Ángel Arango]