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David Sánchez Juliao

Sigue siendo el rey. Pero...

Jotamario Arbeláez
[Columna publicada por el diario EL TIEMPO de Bogotá en su edición del 4 de septiembre de 2002 - Página Editorial ]

Incluso quienes se alegraron hace 7 años por la desgracia de nuestro amigo David Sánchez Juliao cuando, siendo Su Excelencia el embajador de Colombia en Egipto, fue obligado al retorno por orden de la Fiscalía, y en la escala de 8 horas en París confinado con su corbata Hermes, sus zapatos Clarks, su reloj Cartier, sus gafas Dior, su estilógrafo Montblanc, su portafolio Louis Vouiton y su pasaporte diplomático, en un sótano con docenas de indocumentados y enturbantados emigrantes deportados del tercer mundo, han recibido con alborozo la noticia de que la Corte Suprema de Justicia ha exonerado de cargos al creador del 'Gallito' Ramírez y de la niña Mencha.

Ya había sido nada menos que el Embajador en la India cuando Gaviria, y allí, en vez de dedicarse a dar vueltas por Nueva Delhi en el premonitorio elefante de la embajada, en busca de inspiración para su literatura, casó una pelea con dos funcionarios que por poco se le parrandea la existencia. Encontró que estos dos elementos administrativos "no convenían a la salud económica de la legación" y pidió a la cancillería la supresión de los cargos, con tan mala suerte que lo logró. Era el año 91. Como Su Excelencia no se para en pelillos, envió nota a las otras embajadas para cerrarles el mercado del trabajo diplomático por cuanto habían sido "despedidos". Instaló en la oficina que ocupaban una nueva administrativa y, mientras llegaba el decreto con la supresión, los arrinconó donde pudo. Ellos contrataron un abogado y lo acusaron de falsedad en documento público, pues la nota decía que habían sido "despedidos" cuando la realidad era que "los cargos habían sido eliminados". Complementaron la denuncia con suculentos despliegues en la prensa alegando tratamiento despótico y abuso de autoridad pues, según ellos, se les obligaba a laborar en condiciones que reñían con el imprescindible confort diplomático.

El celebérrimo y exitoso autor de El Flechas terminó su misión con Gaviria, retornó al país en el 93 y, mientras iba corriendo el proceso, se embocó con tan fervoroso entusiasmo en el samperismo, que se suponía iba a ser el flamante Ministro de Cultura cuando, a pesar de los conceptos adversos de García Márquez, se creara ese ministerio. Por algo había tenido un éxito clamoroso con sus obras televisadas, a partir de Pero sigo siendo el rey.

En el 95, el presidente Samper lo despacha como embajador en el país de los faraones. Y allá viaja con su familia, a instalarse a la sombra de las pirámides. El escándalo del proceso 8.000 llega a ponerle coto a las mil y una noches del autor de El Pachanga. El Fiscal Valdivieso magnifica la acusación a este pez gordo del samperismo y, sin tenerse en cuenta su trayectoria de casi cuarenta años como gran escritor y honesto ciudadano y los triunfos allegados para Colombia, se le dicta auto de detención sin beneficio de excarcelación. Es humillantemente repatriado. Como es famoso mundialmente la noticia merece transmisión universal a través de CNN. En el país se le da la casa por cárcel. Y así permanece durante 11 meses, escribiendo, leyendo, y contando con los dedos los amigos que le van quedando.

Su defensor Jaime Bernal Cuellar logra tumbar lo carcelable, y a partir de allí su vida se estaciona a esperar 7 años el fallo que, dada su investidura, debe provenir de la Corte Suprema de Justicia. El magistrado Augusto Gálvez Argote, presidente de la Sala Penal de la Corte, elabora la parte resolutoria y la Corte por unanimidad y sin salvamento de voto, le declara inocente. Usted perdone, señor ex embajador, pero así son las cosas de la vida y de la literatura.<

En esos 7 años David había recuperado a sus amigos, aún a los enemigos de Samper, en cuyo nombre resultó clavado. Pero siento que llevaba la muerte en el alma. ¿Cómo era posible estar sometido al escarnio público cuando no había un solo peso perdido y antes bien había rebajado en un 50% los gastos de la embajada? ¿Quién le borraría la amargura de saber que sus hijos debían explicar lo inexplicable del caso de su padre ante sus compañeros en el colegio? Aparte del descalabro económico por haber perdido su cargo y su rango. De haber tenido que traer su menaje y a su familia desde Egipto con sus propios recursos. De tener que implorar permiso para asistir a dictar conferencias internacionales en las universidades de California, de Michigan y de Trent, en el Canadá.

El hecho es que, a pesar de que su inocencia no es noticia que merezca el despliegue de los medios que comieron del muerto, con el fallo de la corte ha recuperado su honra. Algo es algo en este país. Porque el regreso al cargo, mi querido David, lo veo bien difícil. A no ser que...


 

 
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