Distinguidos asistentes :
Aún no tenemos un año de funcionamiento y ya podemos
mostrarles a Uds. y a la ciudadanía toda, nuestras Facultades
de Agronomía y Veterinaria y Zootecnia, dotadas de todo
cuanto ellas requieren para cumplir eficazmente la finalidad de
toda Universidad, en el sentido verdaderamente académico :
Laboratorios de Física, Química, Fisiología,
Geología, Análisis de Suelo, Biblioteca`, y un cuerpo
de profesores dignos de cualquier Universidad.
Recuerdo de manera grata hoy cuando en forma azarosa se le anunciaba
por mi conducto a la sociedad y al pueblo de Córdoba que
había iniciado sus tareas la Universidad. Para esa época
muchos no creyeron en ella, otros la ignoraban, conociéndola,
y los más la señalaron como una aventura. Todo ello
constituyó en mi ánimo, y en el de los que me han
venido acompañando en esta dura tarea, una preocupación
constante que sirvió de estímulo para vencer los
obstáculos que crecieron a cada instante. Y se iniciaron
las tareas, cuya jornada va a cumplirse exitosamente, ante, o
con el acicate que deja el cumplimiento nobilísimo del
deber de enseñar.
El primer tropiezo que superamos fue la falta de aulas y nos acogimos,
casi que realizando una invasión, los dormitorios del Colegio
José María Córdoba. Más adelante,
la ausencia de los elementos para la administración y para
el ejercicio docente y tomamos, cedidos en calidad de préstamo,
los de la Sociedad de Mejoras Públicas, como sillas y máquinas
de escribir. Con dos tableros empezó la lucha gigantesca
entre la adversidad y este centro docente, y en uno de ellos un
profesor y varios estudiantes, con mano segura y firme, estamparon
una frase que es emblema de nuestra Universidad : Se ha
encendido una antorcha..Que no se extinga, como replica a
los escépticos. Esta luz no se ha extinguido y día
a día crece y se agiganta en los confines de la patria,
y atraídos por su esplendor han acudido a nuestra Universidad
estudiantes de todas las comarcas del país.
En la exitosa carrera de nuestro primer centro docente, ha contado
en forma definitiva la pléyade de jóvenes ávidos
de aprender y nobilísimos corazones, y un grupo de profesionales,
profesores de ella, que con tesón y con fe, desvinculados
del egoísmo que ahora mismo hace carrera en todas las actividades,
y sin ningún emolumento que recibir, y por amor a su terruño,
se dedicaron a transmitir sus conocimientos en altísima
emulación que a todos enaltece. Yo podría mencionar
sus nombres, pero temo que los ruborice, pues siempre han querido
que su misión altamente noble, quede, como toda obra grande,
en silencio, pero reconocida permanentemente.
El pueblo de Córdoba siempre ha creído en esta empresa
y se sumó a ella, y estoy seguro que los que no están
presentes, pero en conocimiento de este acto magno y sin precedentes
en la historia del Departamento, como es la colocación
de la primera piedra de las edificaciones de la Universidad, están
intensamente emocionados, porque parece que se parte en dos la
historia de Córdoba.
Y esto lo digo, porque la colocación de la primera piedra,
después de su sabor simbólico, tiene otra meta segura,
como lo es la pronta construcción de los tres modernos
edificios de dos plantas cada una, que integran el primer bloque,
para laboratorios y anfiteatro, en estas 64 hectáreas,
de lo mejor de Córdoba, que la Universidad hubo comprado
después de estudios técnicos, tanto de orden Topográfico
como Agrológico. En los Bancos de la ciudad reposan los
dineros, con cuyo respaldo se abrirá pronto la licitación
para construcción sobre los planos que se han escogido
de una brillante tesis para grado de arquitectura de alumnos cordobeses
en la Universidad Pontificia Bolivariana, y cuyo anteproyecto
han tenido oportunidad de mirar detenidamente los que hacen el
honor de acompañarme en este acto.
Yo nunca me he disgustado porque se dudara, y ahora menos me sería
incómodo, de la realidad de la Universidad, pues la bondad
de la obra que ahora marcha sobre rieles de seguridad, me dio
ánimo permanente para insistir en ella y porque yo estaba
esperando pacientemente, el argumento de los hechos para controvertir
el calificativo de aventura y para convencer a los escépticos,
que invito, cordialmente, a sumarse a nuestros esfuerzos y a nuestros
propósitos de éxito seguro.
No hubiera el acicate, el permanente afán de demostrar
la bondad de una obra, que sin contradicción se hubiera,
es posible, anquilosado en la mente y en los propósitos
de quienes la han sacado avante por encima de contingencias y
contrariedades que se confabularon en su contra.
No la pose de sorda rebeldía ante una conveniencia nacional,
que al fin ha caído vencida al peso certero de la realidad,
ni la maquiavélica conspiración que en permanente
trance de desquiciamientos impotentes ha amainado en soplos disolventes.
Ni la proterva actitud que se desgonza en los yunques severos
del éxito, cuando trata de frustrar sus nobilísimos
empeños.
uando el pueblo, encarnado en sus más imparciales capas
de apreciación ha establecido un parangón entre
la crítica del fracaso y la fecundidad que circuye la obra,
ha rodeado con su respaldo esta colosal aventura que arraiga sus
cimientos en sus mentes de trabajo, como palpable seguridad antes
que figuras de quiméricas ficciones en la mente de un Rector
descontrolado.
Señor Ilustrísimo Obispo de la Diócesis.
Porque todos los actos en donde la fe y la constancia tienen vigencia ;
y en donde esta constancia y esta fe deben estar asistidas de
las luces divinas, aquí reclamamos su presencia, que nos
conforta y nos marca derroteros infalibles. Que donde hemos colocado,
y Ud. bendecido esta primera piedra, se levante, antes que edificaciones
arquitectónicas, el monumento de la doctrina de Cristo
pregonando la convivencia y el sentido humano de la vida.
Señor Gobernador del Departamento. En su nombre yo brindo
esta hermosa obra que ahora iniciamos hacia su segunda etapa.
Y en su nombre, porque ella ha figurado en el más decidido
ideario de servicio a su Departamento ; porque sin su cooperación
no hubiera sido posible los avances que hoy reviste. Otro tanto
para usted señor Alcalde.
Dignísimas Reinas y Candidatas. Un timbre de real señoría
tiene esta fiesta con su presencia preclara y distinguida. Llevad
a vuestras tierra, en las manos frescas que os adornan, un puñado
de este Limo fecundo, tanto para la fructificación de la
semilla del agro como para la ambicionada de la hermandad.
A ustedes profesores y alumnos mis agradecimientos por su decidido
afán de servicio. Por todo, y por todos, brindo, antes
que con la mano, con el corazón regocijado. Mil gracias.