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El Imperio Zenú

Letras e Historia del Bajo Sinú
Fernando Díaz Díaz - Universidad de Córdoba - 1998

Portada del libro Letras e Historia del Bajo Sinú de Fernando Díaz Díaz
PUNTO SEGUNDO
Supuestos implícitos acerca de los orígenes

Carecemos de informaciones precisas acerca de la literatura indígena prehispánica de los zenúes, de quienes sólo quedan como testimonio de sus manifestaciones artísticas importantes restos arqueológicos muy valiosos y de los que son muestra incuestionable las piezas de orfebrería (y algunas de alfarería), que reposan en el Museo del Oro del Banco de la República. Las figuras arqueológicas se refieren por lo general a imágenes de especies naturales de esta región sinuana como mamíferos, aves, reptiles, anfibios y peces, y, otras, que poseen un sentido religioso o mágico pero que todavía, pese a las investigaciones realizadas, requieren de una interpretación más a fondo.

Como se sabe, tanto la literatura como las artes plásticas trabajan con imágenes. Para los zenúes su propia versión de la realidad ambiente, del entorno físico y social que les rodeaba, se halla expresado en sus trabajos de orfebrería y alfarería. Esas son las imágenes de la realidad elaborada por ellos y que han sido calificadas como "maravillosas". Representan igualmente, como veremos más adelante, su lenguaje y su mensaje artístico, como queda demostrado luego de los trabajos de los estudiosos: Alfredo Coester, Gerardo Reichel-Dolmatoff, Clemencia Plazas, Luis Duque Gómez y Anne Legast, entre otros.

El interrogante que se intenta develar es el siguiente: ¿A partir de qué motivación fue creado este lenguaje que se expresa a través de tan maravillosas imágenes, com la del "pato cucharo", las garzas, babillas, etc? Indudablemente, en un principio está ese deseo por apropiarse de la realidad para explicarla y, en algunos casos, dominarla; también como respuesta al reto que loe imponían a los nativos el medio geográfico, en particular el río Sinú y sus afluentes, y sus necesidades diversas, incluyendo las económicas, sociales, religiosas o espirituales, fundamento de esa gran cultura, como además lo ha demostrado Anne Legast y los investigadores precedentes.

Intentemos a continuación algunas breves consideraciones históricas acerca de lo que se ha denominado "zona arqueológica del Sinú".

A partir de la fundación de Cartagena de Indias en 1533 se inició la colonización de la región del Sinú y el conocimiento y despojo de sus riquezas. Los cronistas Juan de Castellanos (1534), Fray Pedro de Aguado y más tarde Fray Pedro Simón, recogieron noticias acerca de esta comarca, pero fue el Bachiller Martín Fernández de Enciso quien por primera vez habló del "Cenú" y sus pobladores en su célebre Summa de Geografía(1).

El territorio fue descubierto y reconocido, como se sabe, por Pedro de Heredia, Francisco César y Juan de Vadillo, quienes en repetidas ocasiones lo recorrieron entre 1533 y 1536, impulsados por la riqueza de las sepulturas allí ubicadas(2).

El Zenú estaba situado al sur de Cartagena de Indias y se dividía en tres provincias: Finzenú, la más próxima al Mar Caribe; Panzenú, que llegaba hasta el río Cauca y abarcaba también gran parte del cauce del Río San Jorge, y Zenúfana, región que se extendía hasta la motaña antioqueña.

Jijó y Caamaño delimita el territorio Finzenú de la manera siguiente:

Sabanas llanas y rasas a perder de vista pues, son de más de quince leguas en contorno... limitadas por el Noroeste por las estribaciones de la cordillera de Ayapel... Hacia el Sur extendióse este territorio por la llanura hasta las faldas de la mentada sierra, tras la cual se encontraban las bien pobladas sabanas de Yapel, a las que es probable aplicasen los indios de la hoya del Sinú el nombre de Panzenú"(3).

De acuerdo a sus investigaciones, el prehistoriador colombiano contempóraneo, Luis Duque Gómez precisa en torno al caracter que tenía para los nativos una de las regiones más importantes de la zona arqueológica:

"... el Finzenú constituía una especie de distrito sagrado, a semejanza de San Agustín, a donde iban a reposar los restos mortales de los señores principales o caciques de los tres zenúes. Si esto no era posible, al menos parte de su riqueza debía quedar depositada allí. Por tal razón, la tierra toda era una necrópolis a la llegada de los españoles y su excavación y saqueo constituyó una pingüe ganancia para los expedicionarios durante varios años"(4).

Fray Pedro Simón, cronista español muy próximo a los hechos de saqueo del territorio sinuano y quien se presume conoció la región, ponderó la habilidad de los zenúes para tallar los ídolos de madera que adornaban sus santuarios, según esta gráfica descripción:

"Muchos rastros ha habido de haber sido estos indios de los más curiosos en sus templos y adoraciones, de cuantos se hallaron por estas provincias de la tierra caliente de la Comarca de Cartagena. puies, aún en los años pasados sacaron en el paraje de la Villa de Tolú, que bajaba por las aguas del río del Zenú un valiente madero de guayacán, que debió de ser de algún templo de sus santuarios, pues, estaban en él esculpidas de medio relieve muchas figuras de indios, de no mala talla, unos bebiendo, con sus totumas en las manos, otros tañendo y otros danzando con cascabeles, y de éstos hallaban los nuestros en sus santuarios muy gruesas de oro, puesto en sus pretales, casi al modo de los que ponen a los caballos, y muchas suertes de sbandijas de oro, como eran culebras, sapos, ranas y aún hormigas"(5).

Al parecer, los zenúes poseían una organización politica unificada, casi semejante a un Estado pero el mayor poder recaía en la cacica que gobernaba Finzenú, provincia que tenía, como queda explicado, un alto sentido de importancia religiosa, por cuanto en ella debían ser enterrados los caciques tributarios con gran parte de sus tesoros(6).

Como ya es sabido, el territorio era fértil con una variedad de fauna terrestre y acuática, como se refleja, además, en su arte y en su artesanía. A la llegada de los españoles, "el desarrollo agrícola del Sinú era uno de los más adelantados en nuestro país, con existencia de canales y drenajes para recuperar las tierras de las ciénagas", como se ha establecido por investigaciones recientes.

El sistema comercial estuvo bastante desarrollado con excelentes comunicaciones e intercambios entre las provincias y las regiones vecinas, tales como Antioquia y la Sierra Nevada de Santa Marta.

Se ignoran los mitos y creencias religiosas de los indígenas del Sinú, pero se deduce que la religión estaba unificada en torno a los sacerdotes y a los ídolos. Sobre el particular, es clásica la descripción que hicera acerca del culto religioso el cronista Juan de Castellanos, muy próximo a los hechos:

"Y en una plaza vieron en la esquina un grande y espacioso santuario tan capaz que tenía cumplimientos para dar a mil hombres aposento.

ídolos veinticuatro vieron altos todos como grandísimos gigantes de madera labrada lo intestino y de fuera hoja de oro fino.

Tenían cada cual puesta tiara o mitra de oro puro, bien tallada de dos en dos tenían una vara sobre sus anchos hombros travesada.

Cuyas posturas son cara a cara y una hamaca de bastón colgada en las cuales hamacas recibían el oro que los indios ofrecían"(7).

Al respecto, se sabe que muchas tumbas fueron igualmente, profanadas, sus riquezas usurpadas y remitidas a España.

Trabajo artesanal y técnica metalúrgica alcanzaron especial desarrollo entre la comunidad sinuana prehispánica en ese afán por plasmar en imágenes la realidad circundante. La cerámica fue variada, al igual que la alfarería, pero los niveles de mayor categoría artística se encuentran, como sabemos, en la orfebrería que ha sido estudiada con detenimiento por los especialistas, quienes han demostrado la íntima relación existente entre algunas muestras orfebres y el culto religioso.

Tal como los observó en todo su esplendor, el cronista Juan de Castellanos nos describe así los objetos de orfebrería que se colocaban en las sepulturas:

"Estas eran cuadradas sepulturas, y tenían riquísimos caudales tanto que nos afirman escrituras que pesaban el oro por quintales; piezas de diversísimas figuras y de todas maneras de animales, el oro que los indios ofrecían. Era todo lo más oro labrado y habían también oro derretido, finísimo después de aquilatado, puesto que por encima denegrido, que algún tiempo debió de ser quemado aqueste santuario referido; y ansí los indios con aquel mal talle se lo dejaron sin osar tocalle. Había muchos árboles afuera pegados con el dicho santuario, colgados de las ramas en hilera campanas de oro no de talle vario más en tamaños, formas y manera, según un almuerzo de boticario"(8).

En relación con las intenciones artísticas de los zenúes y sus objetivos explicativos, Alfred Coester establece que:

"El orfebre imitaba las formas de vida que existían en el medio ambiente alrededor de él, estatuitas de hombres y mujeres, insectos, ranas conchas..."(9).

Y anota Coester que para desarrollar un arte como éste los orfebres utilizaban una piedra que sirviera de martillo y con ella poder golpear las pepitas de oro sacadas del río y luego hacer láminas e hilos, además de utilizar el fuego y un tipo especial de soplete(10).

Desde luego, desde la época de la Conquista de la región, los cronistas quedaron admirados del volumen de los objetos de oro que encontraron en manos de los indígenas zenúes: "El mayor peso y la solidez constituyen una característica del arte Sinú. Quizá ello se deba a la mayor abundancia del oro en los afluentes, por ejemplo, el Nechí y el San Jorge que corren a unise al Cauca al norte de EParamillo". Además del mayor peso y la solidez de los objetos de oro del arte Sinú, Alfred Coester señala el mayor uso hecho de la técnica en la soldadura autógena. El investigador anotado se detiene en el análisis de los "perritos" dentro de los motivos trabajados por los orfebres sinuanos y se asombra del realismo existente en el arte sinú. Amplía el estudio al ave pero llega a firmar erróneamente, que el artista sinuano imitó "una ibis" cuando se trataba de la garza o el "pato cucharo", para deducir entonces de manera general con algo de validez que:

"Los hombres primitivos en su arte siempre exageran lo que les llama la atención al copiar la naturaleza"(11).

En el fondo de todo este planteamientose aprecia el hallazgo de una gran identidad entre hombre y paisaje, que tiene como motivo fundamental la fauna sinuana y en cierto modo también está el propio río Sinú. A esta conclusión se llega cuando conocemos las precisiones que sobre el particular han logrado los investigadores que en los últimos años han estudiado la simbología del arte del Sinú; tal como ocurre con algunos trabajos de Anne Legast.

Luego de realizar una amplia investigación sobre la identificación de la fauna representada en el material de la zona arqueológica del Sinú, Anne Legast publicó en 1979 parte de su estudio de identificación, algunas de cuyas conclusiones demuestran que:

a). Dentro de las 1.300 piezas de orfebrería esisten cinco clases de animales: mamiferos (7.83%), aves (89.79%), reptiles (1.23%), anfibios (0.01%) y peces (0.13%).

b). Las figuras de mamíferos se refieren a micos, osos hormigueros, jaguares y tigres, venados y ardillas.

c). En las aves se identificaron garzas, patos cucharos, patos, gallinazos y águilas, guacamayos, lechuzas y buhos, patos agujas, chorlitos.

d). En las representaciones de los reptiles se reconocieron una serpiente, caimanes y babillas.

e). Dentro de los anfibios: un sapo y una rana; y dentro de los peces un tiburón y un bagre.

Anne Legast concluye afirmando que:

"Por esta variedad de fauna representada y su repetida aparición en todo el material arquelógico, se constata que la fauna tuvo que tener para los grupos indígenas del área del Sinú una gran importancia, posiblemente, de orden económico y mágico religioso".

Y anota que: "... La mayoría de los animales representados en el material arqueológico Sinú, son los de gran tamaño, atractivos por alguna razón. Los animales pequeños, com los peces, a pesar de tener una gran importancia económica por su abundancia en este medio de cienagas y ríos, prácticamente no están representados ...". Para concluir al final de su excelente estudio, con la siguiente afirmación:

"... el medio ambiente, y particularmente, la fauna, influyó notoriamente, a través de una largo período de tiempo en las formas de vida y en el pensamiento religioso de los grupos humanos que habitaron la región del Sinú"(12).

Para nuestro estudio queda claro que si nos maravillamos por los objetos artísticos y lo que ellos representan, tanto más debemos hacerlo por el hombre sinuano que los elaboró, ya que mediante una imaginación fértil y un desarrollo tecnológico apropiado (señalado por Coester), nos legó la interpretación de su realidad tal como él la experimento hace siglos. Y es lo que en otro contexto intentaron posteriormente los escritores del Sinú, en cierta forma herederos de los artistas prehispánicos (los autores de las garzas, los patos cucharos, los chorlitos, babillas, etc., esculpidas en oro), cuya obra hoy es motivo de asombro para los investigadores del pasado.

NOTAS

  1. Martín Fernández de Enciso, Summa de Geografía, Biblioteca Banco Popular, vol. 55, 1974.
  2. Luis Duque Gómez, "Prehistoria", Historia Extensa de Colombia, Bogotá, Lerner, p. 191.
  3. Jacinto Jijó y Caamaño, Sebastián de Belalcazar, T. II, Apéndices, Quito, 1938, p. 31.
  4. Luis Duque Gómez, "Prehistoria", en ob. Cit., p. 191.
  5. Fray Pedro Simón, Noticias Historiales de las Conquistas de Tierra Firme en las Indias Occidentales, Bogotá, 1982, p. 50.
  6. Álvaro Chaves mendoza, "Panorama Histórico de la Costa Caribe Colombiana", en Universitas Humanística, Bogotá, agosto 1979, número 10, p. 44.
  7. Juan de Castellanos, Elegía de Varones Ilustres de Indias, Bogotá, Biblioteca Presidencia de la república, 1954.
  8. Juan de Castellanos, Elegía de Varones Ilustres de Indias, p. 61.
  9. Alfred Coester, "Orfebrería Sinú", en Revista de las Indias, núm. 116, nov-dic. 1950, pp. 187-193.
  10. Alfred Coester, "Orfebrería Sinú", en Ob. Cit.
  11. Alfred Coester, Ob. Cit. en Ibid.
  12. Anne Legast, "Identificación de la fauna representada en el material del Área arqueológica Sinú", Boletín Museo del Oro, Banco de la República, Bogotá, sept-dic., 1979, pp. 34-39.

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