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La Ciudad de las Bicicletas

Por Carlos Crismatt Mouthon


Otro motivo de curiosidad en Montería eran los millares de bicicletas que circularon en la ciudad hasta la década de los sesenta. Los principales establecimientos públicos tenían rejillas especiales para su parqueo y eran utilizadas por personas de todas las capas sociales. Se recuerda al ex gobernador Casio Obregón Nieto, quien hasta su muerte utilizó este típico medio de transporte.

Su bajo costo y mantenimiento, y la facilidad de uso y de parqueo, la convirtieron en el medio de transporte ideal. Se decía en esas épocas -para justificar su uso-, que "Montería era muy grande para andar a pie y muy pequeña para andar en carro".


Bicicleta de los años 50s. En esta foto se destacan la parilla, la cartuchera de cuero detrás de la silla, el cubrecadena y el dinamo en la rueda trasera.

Una bicicleta de la época contaba con unos elementos distintivos, como se puede apreciar en la foto de arriba. La silla en cuero, con resortes. Una cartuchera de cuero detrás de la silla, para llevar las herramientas. Los frenos de varillas, en lugar de los modernos de cables. Los guardabarros largos, que contrastan con los pequeños de hoy día.


Bicicleta de los años 50s. En esta foto se obervan mejor el timbre, la lámpara y el dinamo en la rueda delantera.

También era característico el amplio cubrecadena, que era complementado con una abrazadera de acero o aluminio pra ajustar al tobillo la bota del pantalón. La parrilla trasera, que fue el mejor invento para llevar a la novia, o para transportar cualquier cosa, desde cerdos hasta muebles.


Bicicleta de los años 50s. En esta foto son más visibles los resortes debajo de la silla y las varillas de los frenos. La bicleta tiene lámpara y guardabarros largos, pero carece de parilla y cubrecadena.

Otros dos accesorios eran el timbre de mano, que poco se usaba, colocado sobre el manubrio derecho, y la lámpara delantera que funcionaba con energía generada por un dinamo colocado en una de las ruedas, cuyo rotor giraba al presionarlo sobre la llanta en movimiento.


El dinamo era necesario para generar la energía de las luces, ya que las pilas no se habín popularizado.

Un elemento autóctono era el pequeño pellón tejido en hilo, que se hacía para colocarlo en la silla de la bicicleta. Algunos eran de colores suaves, pero otros utilizaban colores chillones que envidiaría un guacamayo. Tenía las funciones de evitar el calentamiento de la silla por el sol, hacer mullido el contacto al sentarse y engallar el caballito de acero para farolear ante las muchachas del barrio.


Una bicleta de la década de los 50s, que a pesar de los años aún se conserva y transita por las calles de Montería. Tiene los característico frenos de varillas y los guardabarros largos, pero además en cada uno de éstos se observan las aletas de caucho para evitar las salpicaduras, con dos pequeños talcos reflectores para el alumbrado pasivo de noche.

La primeras bicicletas eran traídas por piezas en cajas, para luego ser armadas por técnicos criollos en cada ciudad. Su origen fue principalmente Italia e Inglaterra, de donde eran importadas las famosas marcas Bianchi y Raleigh, respectivamente. Posteriormente se fabricaron en el país las populares Monark, y una de éllas, como dato curioso, fue utilizada por el ciclista santandereano Alonso Navas para participar en la vuelta a Colombia de 1951.

Este no es un estudio exhaustivo, sino tan solo los apuntes de un breve recorrido por los recuerdos de una época, que por fortuna aún se mantienen vivos.

 

 
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