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EDICION No 4646 SÁBADO 19 DE ENERO DE 2008 - MONTERIA - COLOMBIA

Córdoba merece respeto


Por LIBARDO A. HERNÁNDEZ RAMÍREZ


Nada más doloroso y aberrante para el pueblo que aquellos hechos en donde éste siente vulnerados sus derechos y más allá su soberanía, su sagrada voluntad. Hoy Córdoba padece un siniestro síndrome, un malévolo y voraz virus, alimentado desde los estrados judiciales por oscuros intereses políticos y económicos, los cuales aunados a las ansias de poder encumbran a nuestro Departamento hasta sumergirlo en la élite de las dudas, la incertidumbre y hasta la desazón.

Nada ni nadie se escapa de esta cofradía concertada para mecernos en los peligrosos hilos de la falta de liderazgo; hecho tras hecho nos encontramos ante perversas y maquinadas intenciones: Desde las famosas veedurías, las cuales, sumergidas en su cargamento de odio, resentimiento, saña y hasta frustración, hasta los que nos hacemos los de la vista gorda para desatender la realidad que nos circunda, aportamos para que la situación del Departamento de Córdoba siga igual o peor. Día tras día vemos cómo nuestros mínimos derechos son absurdamente vilipendiados; nuestro sagrado derecho a elegir y ser elegido se vulnera con una facilidad asombrosa, ¡cuán malos perdedores somos! Si el pueblo en uso de soberanía eligió con demasiada contundencia, porqué hemos de estar viviendo momentos aciagos impuestos por barreras jurídicas, las cuales al parecer y al comentario general solamente serían franqueadas con las chequeras que se mueven en el bajo mundo de la política.

No creo justo ni creo que nadie lo considere así, que la contundencia de una elección, en donde la mayoría de electores expresó su sentir en las urnas, tenga que apreciar cómo su voto se convirtió en un estéril esfuerzo por llevar al poder a quien en su sabiduría sería la persona ideal para dirigir sus destinos o los destinos de Córdoba. No creo justo que a más de nuestra impotencia tengamos que tristemente vivir angustiados al contemplar como la escogencia de un gobernador encargado y sus inmediatos colaboradores pasó de ser una obligada decisión presidencial a un triste espectáculo, que más parecía la hora de alimentarse de las hienas salvajes en pos de la mejor presa; incluso el frenesí alimenticio de los tiburones en mar abierto se quedó corto ante tanta barbaridad y falta de respeto. Ciertamente se armó un gabinete, eso sí irrespetando la voluntad de más de 200 mil cordobeses, dándole cabida a aquellos a quienes precisamente el pueblo rechazó por considerarlos lesivos a sus intereses.

Hoy estamos en manos no sabemos de quién, los que libremente votamos nos seguimos aferrando a que las cosas retomen su curso normal, a que dejemos de depender de un juez o un estamento judicial para por fin tener gobernador; hoy Córdoba clama porque dejemos de ser tan pendencieros y hasta tan marrulleros para que al final del túnel brille la luz de la razón: recordemos que situaciones como las que hoy vivimos pueden degenerar en hechos que más tarde tengamos que lamentar, y los cuales ya estamos evidenciando ante las supuestas amenazas que ahora ha recibido quien ganó las elecciones.

 

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