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David Sánchez Juliao

Una crónica de humor caribe

LA CONTABILIDAD DE MI TIA PABLITA

Dedicada a

Jaime Taboada Martínez.


De repente, en Lorica se regó el comentario de que mi tía Pablita Martelo iba a viajar hasta Barranquilla a dictar en el SENA un curso de Contabilidad. Todo se debió a que el gerente del Servicio Nacional de Aprendizaje en el Departamento del Atlántico, fue un día hasta la casa de las Martelo a saludar a Pablita y a mi otra tía, Isolina. El gerente, que había nacido en Lorica, pasaba con su familia en el pueblo las vacaciones de Samana Santa, y había ido... adonde las Martelo, simplemente, a saludar. Y a comprar de los frascos de la tienda de mis tías, doce arrancamuelas, tres piononos, cuatro cocadas, un envuelto de casabitos y una bolsa de diabolines de yuca.

El progreso de mis tías

Mis queridas tías Pablita e Isolina son hoy dueñas de una próspera tienda en La Calle de los Pergaminos de Lorica, gracias a que diseñaron para uso exclusivo de "Las Martelitos " ( así se llama la tienda ) un método contable que ya envidiarían los fabricantes de computadoras y que, al decir de Pachitico Corrales Lugo --primo de mis tías-- es " una insuperable propuesta para el desarrollo de la informática moderna". Método que les ha valido a mis queridas tías, un nuevo apodo en el pueblo: "Las I. P. M. " ( Isolina y Pablita Martelo ).

Tal vez, el chisme de que el Director del SENA de Barranquilla las iba a invitar a dictar en su Seccional un curso de Contabilidad, nació del hecho de que Lorica toda está enterada del Método I.P.M.

Mis tías, "Las Martelitos", han amasado una pobreza franciscana desde el principio de los tiempos; desde cuando aún vendían en su ya legendaria tienda los hoy inexistentes caramelos en balsa y los hilos en peloticas. Cuentan que su pobreza inicial era de tal magnitud, que un día su primo Pachitico pasaba por frente a la tienda destartalada y de estantes casi vacíos, cuando mis tías lo hicieron entrar para contarle que la noche anterior se les habían entrado los ladrones.

Pachitico Corrales no tuvo pelos en la lengua para decirles:

-- ¿Y de qué se preocupan, primas, de qué se preocupan? ¡Aquí... los ladrones vendrán, si acaso, a traer!

Veinte años después, sin embargo, el progreso ha tocado a las puertas de "Las Martelitos ". La tienda es ahora un próspero majal (así llaman los turcos de Lorica a sus negocios), en donde hay de todo y frente a la cual se aglomeran los muchachos a comprar dulces de arrancamuelas, piononos, bolitas de uña, diabolines, panderitos, conservas, bocadillos, bananos, trompos, cocadas, que mis tías Pablita e Isolina sacan de la enorme fila de frascos de vidrio que mantienen alineados sobre el mostrador. Todo ello, gracias al notable método contable: el I.P.M. Revolucionario método que les ha valido una invitación al SENA de Barranquilla.

El costo del progreso

Hubo una época, sin embargo, en la que mis tías las Martelito no vendían en la tienda cosas diferentes a arrancamuelas y panderos. Ambos productos, hechos en el horno del traspatio de una casa a la que tampoco podían entrar los ladrones, pues nada había que llevar. Unos años después, cuando trajeron a vivir con ellas a mi primo Pablito, su sobrino predilecto, ni siquiera arrancamuelas y panderos vendían. Pues Pablito resultó, como su primo David, demasiado aficionado a la lectura. Pero con la diferencia de que Pablito no leía literatura, sino novelitas de vaqueros. Compraba por cientos las novelas firmadas por Marcial Lafuente Estefanía, y llegó al colmo de acomodar un catre detrás del mostrador --a lo largo-- y de ponerse a leer todo el día en la tienda, junto a los frascos de vidrio, en su mayoría vacíos. De modo que cuando los muchachos de la cuadra llegaban a comprar las deliciosas arrancamuelas o los sabrosos panderos, le decían:

--Don Pablito, despácheme dos pesos de panderos, y me da la ñapa en arrancaduelas.

Pablito entonces sacaba la cabeza desde detrás del mostrador --como una tortuga que se asomaba al mundo--, y exclamaba furioso:

--¡Carajo, vayan a comprar a otro lado! ¿Es que acaso esta es la única tienda que hay en este pueblo? ¡No molesten tanto, vayan a fregar a su madre!

Mis tías tuvieron que pedirle que dejara el manejo de la tienda y que se encargara del horno, pues iba camino de terminar de quebrarles el negocio.

La idea brillante de mi tía

Un día, mi tía Pablita me escribió una carta a México pidiéndome prestados unos pesos para resurtir la tienda. Le envié el dinero que me pidió, y cuando volví a Lorica a pasar una Semana Santa como esta, me encontré con la sorpresa:

La de "Las Martelitos" se había convertido en una tienda decorosa, con estantes limpios y surtidos, y una colección de frascos brillantes sobre el mostrador, todos, sin excepción, repletos de mercancía. Al ver mi gesto de contento ante el hecho, mi tía Pablita profirió: "Y todo se debe a nuestro método, mi querido Davi ", y mi tía Isolina remató: "Sí, al Método Contable I.P.M".

¿Cuál era entonces aquel tan mentado método?

Todo empezó por una maña de viejo, puesta en práctica por la tía Pablita, la que desde luego acolitó la tía Isolina. Un día, la tía Pablita colgó un racimo de bananos (que allí llamamos "platinitos") de una de las vigas superiores de la tienda, y colocó sobre una mesita, debajo del racimo, una latica vacía de Avena Quaker. Y dijo a su hermana, mi otra tía:

--Isolina: platanito que se venda, plata que me echas en la latica de Avena Quaker. Y no me saques ni cinco antes de que se venda todo el gajo, porque quiero ver cuánta plata me da.

A los dos días, en efecto, la tía Pablita, supo cuánto habían producido los "platanitos". Y quedó satisfecha.

La extensión del método

Tan satisfecha, que procedió a una aplicación más extensiva del método. Así, decidió mandar donde los fresqueros del mercado a buscar con Pablito catorce laticas de aluminio, ya fueran de Avena Quaker, de Frescavena, de Vitabosa o de Milo, para que acompañaran a los catorce frascos de vidrio. Tomó las laticas, las lavó tres veces con jabón, las rastrilló con Bon-brill, las brilló con pomada Brasso y procedió a colocar una latica detrás de cada frasco de vidrio. Pero las dispuso de tal manera, que el dinero de los panderitos.... se echara en la latica que había sido colocada detrás del frasco de los panderitos; y las monedas del producto de la venta de las arrancamuelas, en la latica que estaba detrás del frasco de las arrancamuelas; y la plata de los trompos, en la latica que estaba colocada detrás del frasco de los trompos. Y así sucesivamente...

Hasta ahí, el método de control era absolutamente infalible y no presentaba la menor posibilidad de complicación. El problema grande sobrevenía, cuando, con un billete de cien pesos, un muchachito se presentaba a comprar setenta pesos de bolitas de uñas, y en la latica que había sido colocada detrás del frasco de las bolitas de uñas, no había cambio para dar vuelto. En esos casos, que eran casi todos, el método de mi tía Pablita había establecido que había que pedir prestadas unas monedas a otra latica, y que ello debía reposar en el rubro de préstamos del libro de Contabilidad. Dicho libro, era un cuaderno Bolivariano de cien hojas; cuadriculado, como los buenos libros contables. En él, mi tía Pablita, entonces, escribía:

Bolita de uña debe a platanitos.......... ...30 centavos

Diabolín debe a arrancamuelas...... 10 centavos

Bolita de tamarindo debe a rosquitas............... 20 centavos

Panderito debe a bocadillo................ 40 centavos

Casabe debe a trompo................ ...10 centavos

Panelita de leche debe a bolita de ajonjolí......NADA

Alfajó debe a pionono.................. 80 centavos

Galleta de limón debe a yoyó....................... ..30 centavos

El método contable de mis tías, "Las Martelitos", dejó aterrados a los más eximios contadores juramentados del Sinú. Y, fíjense, que se sigue comentando que hasta una invitación al SENA de Barranquilla le ha valido.

El cuadre de caja

El "Método I.P.M " no queda cojo. Tiene su sistema para cuadrar caja.. El cuadre se hace en la noche. Hoy en día, ya disfrutando los nuevos vientos de prosperidad, mis tías Martelitos cierran la tienda a las siete de la noche, y antes de irse al comedor para la cena, se quedan a solas un rato bajo el bombillo sin pantalla de la tienda, a trabajar en el cuadre de caja.

En la hoja del frente de su cuaderno cuadriculado Bolivariano de cien hojas, van escribiendo, mientras meten billetes en una cajita de Milo, por ejemplo, y mientras sacan de una cajita de Frescavena, digamos, monedas para el pago respectivo al rubro acreedor. Escriben lo siguiente:

Platanitos pagó a Bolitas de uñas........... 30 centavos

Arrancamuelas pagó a Diabolín ............ 10 centavos

Rosquitas pagó a Bolita de tamarindo..... 20 centavos

Bocadillo pagó a Panderito ........... 40 centavos

Trompo pagó a Casabe .......................... 10 centavos

Bolita de ajonjolí pagó a Panelita de leche ........... NADA

Pionono pagó a Alfajó ............................. 80 centavos

Yoyó pagó a Galleta de limón .......... 30 centavos

Y el paso final:

Lo que se debía .............. $ 2.20


Menos lo que se pagó ..... $ 2.20

CUADRE 0.00

Y, entonces, muy satisfechas, mis tías Martelitos, cenan, rezan el rosario y se van a acostar... con la caja cuadrada y la conciencia en paz.

Y, colorín colorado, este cuento se ha acabado.


 

 
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