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David Sánchez Juliao

Diez Vistazos a Centroamérica

(Último avance del libro "De Viaje por el mundo con David Sánchez Juliao", que la Editorial Grijalbo- Mondadori de Barcelona-México-Roma-Bogotá pondrá en circulación en España y el Continente Latinoamericano para la Navidad de 1999)

COSTA RICA: LUCES DE PALABRAS

En la plaza principal de San José de Costa Rica, sobre la fachada de un alto edificio, hay un tablero de luces en el que -- formando letras con bombillas que se encienden y apagan -- se deja conocer a la gente las noticias del día en el país y en el mundo. Pero de nada sirven las noticias, ni las atractivas luces intermitentes, ni las caricaturas que se iluminan entre las referencias a muertes, catástrofes, asesinatos, atentados y bodas reales. De nada sirven, pues la gente que viaja hasta la plaza desde los barrios lejanos, hace siempre la opción por la vida: le da la espalda a las palabras de luces y se pone a conversar con los amigos.(San José, 1978)

HONDURAS: NOTA NOSTRA

Corría el verano de 1972. Olga y yo regresábamos a Colombia desde México por tierra. El autobús había partido esa mañana de San Salvador con rumbo a Tegucigalpa. Queríamos visitar a Ramón Martínez Vallejo, por aquel entonces embajador de Colombia en Honduras, país que habían combatido poco tiempo atrás con El Salvador en una guerra fratricida que empezó en un estadio de fútbol. De modo que los controles en Jícaro Galán, ciudad fronteriza y de transbordos, eran excesivos. En aquel viaje habíamos comprado discos musicales en cada país. Cuando el guardia hondureño detectó entre ellos un disco prensado en El Salvador y con la obvia estampa de un conjunto de músicos salvadoreños sonriendo en la portada, reportó a su superior allí presente. El teniente ordenó de inmediato su destrucción. Ante nuestros ojos de horror, el guardia hizo trizas la cubierta y añicos la negra torta de acetato. Jamás supieron, sin embargo, ni el guardia ni el teniente, que los doce cortes del long playing contenían canciones hondureñas interpretadas por un conjunto musical de El Salvador.(Tegucigalpa, 1972)

PANAMÁ: "ROLDANILLO"

A doña Flor

Omar, el Presidente, tenía un hermano periodista llamado Monchi Torrijos. Moisés era su verdadero nombre. Moisés se sentía orgulloso de muchas cosas; entre otras, de una enorme colección de búhos (en cerámica, caña, madera o porcelana) que había iniciado doña Flor, su esposa, y que la pareja exhibía en un amplio y fresco caney indiano que se alzaba en el patio de la casa. Aquel caney tenía, como las casas de recreo de mi tierra sinuana, un nombre: "Roldanillo". Así se llamaba el pueblo en el Valle del Cauca colombiano de donde procedían los Torrijos panameños.

En el caney "Roldanillo", Monchi Torrijos mantenía colgada una hamaca que usaba, como mi padre, para las siestas y para llamar el sueño en las noches antes de irse a la cama. Al menos, eso me contó él allí, en el caney.

Me contó también su sentir acerca de la misteriosa muerte de su hermano. Dijo Monchi allí en "Roldanillo":

-- La muerte de Omar no fue un accidente. Omar fue asesinado. Olvidemos las evidencias técnicas de las que tanto se ha hablado: que el piloto del avión presidencial conocía de memoria la ruta, y que era un piloto experimentado; que el mantenimiento de la aeronave era óptimo y que se trataba, casi, de un aparato de estreno; que no hubo S.O.S ni declaratoria de emergencia sino que el contacto con la torre se perdió súbitamente... olvidémonos de eso. Pero déjame recordar esto --Monchi se volvió adusto y un velo de tristeza cubrió su cara --: De niños, Omar y yo diseñamos algo que llamamos un juego; y consistía en que, cuando alguien intentaba hacer daño a uno de los dos, estuviéramos en donde estuviéramos, el uno le movía la hamaca al otro. Siempre funcionó aquel juego, siempre. Y esa noche, antes de que el teléfono sonara con la infausta noticia, yo sentí que alguien me había movido la hamaca.(Panamá, l984.)

PANAMÁ: SED DE TIERRA

"Para la construcción del Canal de Panamá fueron reclutados en sus tierras, obreros de muchas partes del mundo --- nos contaba a Carmen y a mí Raúl Leis mientras conducía el vehículo desde el que nos enseñaba la Zona del Canal --. Miles de seres desraizados de exóticos parajes invadieron nuestro país agobiados por el fardo de la esperanza. Chinos, por ejemplo, muchos chinos; diminutos orientales de piel de cirio, ojos de alcancía y largos cabellos que se recogían en una trenza a las espaldas -- el vehículo recorría la séptima franja de La Zona, y Raúl hablaba con el cantarino acento panameño --. Era tan rudo el trabajo, tan distinta esta tierra, tan patéticamente diferentes los sonidos musicales, tan crueles las circunstancias, que cuando la nostalgia apretaba, los pobres obreros chinos no tenían más remedio que usar la larga trenza para ahorcarse de los árboles".(Panamá, 1983)

EL SALVADOR: EL DIABLO LOS JUNTA

Tengo un compadre, colega y buen amigo en Panamá cuyo nombre es Raúl Leis. Raúl y yo poseemos una similar visión de las cosas. Ambos pensamos, por ejemplo, que el acto de escribir redime al hombre en la tragedia de vivir, al tiempo que exalta lo hermoso de la existencia.

Hace unos años, Raúl y yo fuimos invitados a conducir un seminario sobre materias del arte y de la vida en la ciudad de San Salvador. Nos dimos cita un lunes en el centro educativo en donde íbamos a trabajar por una semana con estudiantes salvadoreños.

Decidí llegar un día antes a San Salvador; el domingo en la mañana. Elegí en el aeropuerto el hotel de mi conveniencia y me registré antes del mediodía. En la tarde visité el Museo Nacional e hice un recorrido a pie por el viejo casco de la ciudad capital. A la noche cené en el comedor del hotel algo que llamaban "Carne salvadoreña", un platillo local que viene acompañado de lo que al decir de Enrique Silverberg -- un amigo argentino -- alborota la nostalgia del monocultivo: tajaditas de plátano frito. Luego de la cena me encerré en la habitación a degustar en el canal cultural de la televisión un programa sobre Salarrué, el connotado escritor raizal de El Salvador. Lo disfruté a fondo, la verdad.

Al día siguiente, lunes, encontré que Raúl me esperaba ya en el despacho del director del Instituto, Porfirio Cerritos. Luego del primer abrazo emocionado, nos miramos a los ojos y nos volvimos a abrazar cuando caímos en cuenta de que ambos habíamos decidido llegar un día antes a San Salvador, habíamos escogido el mismo Hotel Conde entre las opciones que nos fueron presentadas en el aeropuerto, y hecho las mismas cosas a idéntica hora. Supimos entonces que no habíamos estado solos en el paseo por el centro de la ciudad y que habíamos deseado (estándolo) que el otro estuviera presente en el momento en que veíamos en la televisión el programa sobre Salarrué. De repente, en el presente y para el futuro, el pasado cobró fuerza; incluido el sabor del plátano frito en la "Carne salvadoreña", que él también había pedido en el segundo piso del comedor mientras yo disfrutaba del mismo plato en el primero.(San Salvador, 1978)

NICARAGUA: "COMPAÑERO"

"Es ardua la tarea - nos expresaba el poeta Ernesto Cardenal, Ministro de Educación de Nicaragua, a pocos meses del triunfo sandinista--. La gente con alguna preparación emigró, y hay que empezar a reconstruir la Patria con lo que queda. Hoy, por ejemplo, dicté a mi secretaria una carta en la que solicitaba al embajador americano la expedición de unas visas para el conjunto musical que va a actuar en la Universidad de Berkeley, en California. La secretaria había encabezado la carta de esta manera: Apreciado compañero, y la cerraba como se le había ordenado cerrar toda correspondencia: ¡Patria Libre o Morir !"(Managua, 1979)

HONDURAS: 11%

Como trabajo de campo para un seminario-taller sobre Ideología y Cultura, Paz Buttedahl y yo asignamos a los alumnos la tarea de averiguar por qué en la región de Choluteca, Honduras, la gente del común tenía tan poco acceso a la buena carne vacuna; y por qué los llamados platos típicos, emblema según muchos de la nacionalidad, eran confeccionados con base en las menos agradables partes de la res: los bofes, los sesos, la cola, las patas, el estómago y la lengua.

Las alumnas del curso, entre ellas Pilar -quien empezó siendo mi alumna-- utilizaron entonces las armas femeninas. Apoyadas en sus encantos lograron llegar a los más altos ejecutivos de la compañía exportadora de carnes que operaba en la región: un packing-house de capital extranjero. Allí se enteraron de cuanto las leyes del país establecían al respecto. Para beneficio de las clases populares de la Nación -según la ley - debía exportarse sólo el 89% de la res total, mientras el 11% restante tenía que ser destinado al consumo local.

Desde luego, la base de los platos típicos -emblema de la nacionalidad--: los bofes, los sesos, la cola, las patas, el estómago y la lengua, componían ese 11%.

Aquel trabajo de campo fue casi una tesis de grado. (Honduras, 1979)

GUATEMALA: "PANAJASHELL"

A orillas del lago de Atitlán se alza un poblado indígena llamado Panajachel, que con seguridad significa algo poético y hermoso, como sucede con muchos nombres de lugares y ciudades de Guatemala. El poblado tiene un hotel para turistas que mira al inmenso lago en cuyas aguas se reflejan las montañas. El nombre del hotel también tiene raíces indígenas, pero el turista desprevenido piensa, sin embargo, que la fundación del poblado estuvo -- como muchas cosas en este mundo -- patrocinada por una compañía multinacional. Sí, porque lo que primero se advierte cuando se llega a él por carretera, es el aviso que anuncia la estación de gasolina: "SUPERSHELL PANAJASHELL". La mayoría de la gente lo toma en serio. Son muy pocos los que sonríen. Y muchos, muchos menos, los que lloran. (Guatemala, 1980)

CENTROAMÉRICA: PEDRO

Me habían dado en México la dirección de Pedro. Me dijeron que era un buen poeta y que valía la pena conversar con él en mi viaje por Centroamérica. Al llegar a su país, fui, pues, a ver a Pedro a su casa. Una adusta mujer abrió la puerta y, con pocas muestras de cortesía, me dijo: "Aquí no. Vaya a verlo a esta dirección". Me entregó un papelillo con señas escritas de antemano. Las señas se cerraban con una extraña frase: "Justo frente a la puerta del Bar Don Francisco". Se me antojó absurdo todo aquello, pero... Pedí a un taxi que me condujera al sitio. Había un bar, y se llamaba Don Francisco. Justo frente a él, estaba la entrada al cementerio.

La mujer que me había recibido con rudeza era la madre de Pedro, supe dos días después. Pedro había desaparecido un año atrás y fue hallado muerto al borde de una carretera. La pobre madre había inventado aquella forma de defenderse. Nunca sabía si eran amigos o enemigos los que llegaban a preguntar por su hijo. De manera que, ante la horrenda poesía de las circunstancias, la mujer permitía que la gente sacara conclusiones. (Centroamérica, 1972)

PANAMÁ: MARES

"Cuando me abate la tristeza - nos decía Raúl, cerveza en mano, una noche en Panamá - tomo el automóvil y procedo a sentirme el ombligo del mundo. Aquí, la distancia entre uno y otro mar es muy corta, A veces, voy a bañarme a las playas del Pacífico, y cuando aún el agua salada no se ha secado en mis ropas, hora y media después me zambullo en el Atlántico. Pienso en dos cosas cuando lo hago. La primera, que aquello es como ir al psiquiatra. Y la segunda, que poder hacer eso que te he contado, es lo peor que le ha podido suceder a mi país". (Panamá, 1984)


 

 
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