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EL TÚNEL
PERIÓDICO CULTURAL
N° 3 Montería, Colombia,
Mayo de 2008
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INCIDENCIAS DE LA GUERRA DE LOS MIL DÍAS EN EL SINÚ
Por: JUAN SANTANA VEGA*
PREÁMBULO:
1900, Cúcuta tras una batalla en la Guerra los Mil Días (Foto de Juan José Merchan. En: Boletín Cultural y Bibliográfico, Vol. XXXVII, N° 54, 2000)
De las muchas guerras civiles que han incendiado al país por los cuatro puntos cardinales y el centro, convirtiéndolo en una gigantesca fogata, la de los Mil Días parece ser la de mayor trascendencia. Bien, por el tiempo que duró (tres años, un mes y tres días) ; bien, por los hechos desastrosos y curiosos que suscitó; o bien por la consecuencia de la reducción territorial que sufrió el país con la separación de Panamá.
Para esa época, el entorno físico que mostraba el Sinú no había variado sustancialmente del que había encontrado el geólogo francés Luis Striffler medio siglo antes. Los pueblos con mayor grado de progreso eran Lorica y Ciénaga de Oro, en el Medio y Bajo Sinú respectivamente.
La Montería de entonces seguía siendo un poblacho que dormitaba su lánguida pesadez a la orilla de un legendario río de aguas sosegadas y bermejas. El periodista Rafael Yances Pinedo la describe sesenta años después de la siguiente manera: "Montería era una triste aldea, sin desarrollo arquitectónico, cercada por un melancólico horizonte de mugidos. El poblado, de escasa vida mercantil, se adormecía con el relato de las transacciones pecuarias, y se inquietaba todavía con la presencia de barbudos franceses y rubios norteamericanos, encargados de la explotación de maderas y raíces silvestres" .
Las demás poblaciones de lo que después sería el departamento de Córdoba, eran caseríos, cuando no rancherías, levantados en los claros que salpicaban la selva inhóspita.
BREVE PANORAMA DE LA ECONOMÍA EN EL SINÚ:
Los tres años largos que duró la Guerra de los Mil Días y los que siguieron de inmediato, además de ser fatales para la vida política y social del país, fueron determinantes para la economía.
En el desarrollo económico, tanto en el Sinú como en la costa Caribe colombiana y el país en general, la industria y la agricultura prácticamente dejaron de existir y las artesanías desaparecieron casi por completo. "El único lugar donde se percibe un pálpito de vida y actividad es en el cultivo de café. Se produce primordialmente en Santander"
Esto trajo como funestas consecuencias un proceso inflacionario en todo el país, cuyos efectos parecen haber llegado hasta nuestros días. Orlando Fals Borda sostiene que el índice de inflación llegó al 20.000 por ciento . Se hizo común que cada provincia, incluso algunas haciendas, emitieran su propia moneda sin tener una representatividad en oro, ocasionando, más que un malestar, un desbarajuste monetario tal "... que llegó a ser una de las principales hiperinflaciones del inflacionario siglo XX" .
Se comenta que era tanto el afán para emitir billetes que llegó un momento en que el gobierno dejó de hacerlo por escasez de papel moneda "... y que solucionó la dificultad decomisando el papel decorativo de la Fabrica de Chocolates Chávez" .
El señor Eduardo Rodríguez Piñeres, quien vivió en la época, sostenía: "Puede decirse, sin que en ello haya exageración, que la guerra de 1899 fue una guerra de especulación en el papel moneda" .
Muchos comerciantes, ganaderos e incipientes empresarios, quedaron a la deriva y en la más completa ruina. De los pocos que se salvaron y de los muchos que sucumbieron en la región del Bolívar Grande, un buen ejemplo de cada uno de los casos los tenemos en Luis Arturo García Hernández y Alejandro o Hipólito Ramírez Cárdenas, respectivamente. El señor García Hernández, haciendo de esta calamidad una oportunidad, se dedicó a la buhonería, actividad que se constituyó en los antecedentes inmediatos de la inmensa fortuna que García Hernández amasaría en el futuro . En cambio el señor Ramírez Cárdenas, padre del consagrado músico y compositor sinuano, Alejandro Ramírez Ayazo, quedó en la más completa ruina económica, lo que hizo que su hijo, siendo un niño, tuviera que abandonar los estudios y dedicarse, en compañía de su madre, a instalar cantinas y fondas en las plazas de los pueblos de la región para lograr sobrevivir .
En el Sinú, la industria apenas empezaba a dar sus primeros pininos con la producción de azúcar centrifugada en el ingenio de Berástegui. Para el año en que estalló el conflicto, a nuestra región había llegado el empresario y geólogo inglés W. Farkuhar, con el objetivo de estudiar el suelo del Medio y Bajo Sinú. La guerra obstaculizó el proyecto, y el representante de la empresa inglesa tuvo que regresar a su país con los nervios alterados .
LLEGADA DE RAFAEL URIBE URIBE AL SINÚ Y LOS PRIMEROS COMBATES:
El historiador cesarense Álvaro Castro Socarrás, se quejaba de que la historia nuestra que se enseña en el país, tiene muchas lagunas que son casi lagos. "Los historiadores del interior -dice- desconocen muchos acontecimientos ocurridos en la Costa. Un ejemplo clásico de estos olvidos ‘involuntarios’ lo podemos observar en la publicación en fascículos de la Historia de Colombia editada por la Oveja Negra en Bogotá, donde no aparecen por ninguna parte reseñados los combates llevados a cabo en la Costa Atlántica durante la Guerra de los Mil Días" .
El General Uribe Uribe llegó a las tierras del Sinú por la vía de las sabanas, lo que hoy es el vecino departamento de Sucre. Venía de los Santanderes, donde había sufrido una significativa derrota después de su efímero triunfo en la batalla de Peralonso.
Le acompañaba "... una docena de hombres resueltos y corajudos" . En Sincelejo se le une lo que había quedado del ejército que comandaban los generales Palacio Camacho y Vicente Carlos Urueta, después de la derrota sufrida en Toluviejo.
Las estrategias militares que empezó a utilizar Uribe Uribe en las tierras del Sinú, contra las huestes gobiernistas comandadas por el general Pedro Nel Ospina, tenían mucho del corre que te alcanzo que se da entre el gato y el ratón. A pesar de tales estratagemas, el primer combate se libró en las vecindades de la población de Chinú (últimos meses de 1900). El enfrentamiento duró cuatro horas. Media legua hacia el sur, Uribe, que iba en derrota, aprovecha las condiciones del terreno, aguarda en el arroyo Carranzó, y le tiende una emboscada al enemigo que viene pisándole los talones. Por la circunstancia de sorpresa, el ejército del gobierno sufre un descalabro. Pasan por Sahagún y llegan a Ciénaga de Oro. Aquí, en los cerros vecinos, se da uno de los más importantes e históricos combates protagonizados en las tierras del Sinú .
Existen algunas discrepancias entre historiadores que se han ocupado de tales hechos. Eduardo Santa, por ejemplo, sostiene que el general Rafael Uribe obtuvo un relativo triunfo, cuando dice: "En Ciénaga, Uribe aguarda de nuevo a su perseguidor y se libra un nuevo combate, ventajoso un tanto para las tropas revolucionarias" .
Mientras que el historiador sinuano, Manuel H. Pretelt Mendoza, registra el hecho de la siguiente manera: "... a ese lugar -Ciénaga de Oro-, en la mañana del 1º de enero de 1900 (...) las huestes de la división Ospina se abrían paso hasta el camino real, después de haber dejado atrás a Sahagún, andando sin seguro derrotero, pues los prácticos parecían que a propósito se apartaban del sendero que conduce directamente a Ciénaga de Oro (...). Triunfaron los gobiernistas, pero con el sacrificio del entonces jefe del batallón Cedeño, coronel Sebastián Mejía, quien recibió un balazo en la frente al escalar el ‘Cerro Grande’" .
El también historiado Jaime Exbrayat, con un error cronológico de casi un año de diferencia, registra y corrobora el episodio de Ciénaga de Oro, con los siguientes términos: "Perseguido -Uribe Uribe- por un ejército del gobierno que mandaba el General Pedro Nel Ospina, el organizador y jefe máximo de la revolución se vio compelido a presentar batalla en Ciénaga de Oro, donde su embrionario ejército fue derrotado y dispersado" .
La derrota de las tropas rebeldes la corrobora el historiador y político raizal, Remberto Burgos Puche, en su obra El general Burgos.
El combate de Momíl (enero 31 de 1900) empezó a las seis de la tarde entre las tropas comandadas por el general José Dolores Zarante, simpatizante de los rebeldes, y tropas del gobierno. Aquí murió el capitán Bejarano y fue herido en una pierna el general Zarante. Las tropas revolucionarias, a pesar de no haber probado bocado en todo el día, nunca perdieron el pundonor y el ánimo durante el combate.
OTROS COMBATES Y ESCARAMUZAS:
Además de los combates arriba reseñados y que parecen ser los más importantes ocurridos en las tierras del Sinú, se realizaron otros choques que dejaron buen número de muertos y heridos. En el único distrito donde no se produjeron enfrentamientos bélicos fue en Cereté; sin embargo, "... hubo carcelazos, amenazas, intimidaciones, recelos por parte del gobierno local en contra del bando liberal" .
Vamos a relacionar, con pocos detalles, algunos de estos combates menores:
* Combate de Montería: Se llevó a cabo el 28 de febrero de 1900, entre los ejércitos comandados por los generales Juan Alberto Ramos, Manuel "El Indio" Vera, y los oficiales Marimón, Vargas y Concoy, por el bando rebelde, y las huestes del gobierno, comandadas por el general Francisco Burgos Rubio, Milcíades Rodríguez y los hermanos Cabrales Lora (Prisciliano e Ignacio).
* Combate de La Floresta: (Junio 23 de 1902). Se enfrentaron las tropas dirigidas por los oficiales revolucionarios Cosme Caicedo Manotas, el presbítero José María Maisón y el coronel Pupo, y las comandadas por los gobiernistas Prisciliano Cabrales, Ángel María Rodríguez, José María Delgado García, Diego Espinosa Méndez, Diego Martínez Camargo, entre otros .
* Combate de Toluviejo: Uno de los más encarnizados y sangrientos. Se dio el 28 y 29 de julio de 1900. Aquí es digno de anotar que en este combate participó el escritor y músico loriquero José Dolores Zarante.
* Combate de Los Tablones: Este lugar está localizado entre los municipios de Sahagún y San Marcos. De San Carlos de Colosiná habían salido las tropas revolucionarias huyéndole a las del gobierno. Las primeras estaban bajo el mando del coronel Porfirio Sotomayor y las segundas se hallaban orientadas por el general Burgos Rubio, Nel Rodríguez y los hermanos Rafael y Ricardo Rodríguez. Por poco, el ejército oficial cae en una emboscada. Finiquitado el combate a favor del gobierno, fue hecho prisionero y fusilado el coronel Henao.
* Combates de San Antero y Santa Cruz: se llevaron a cabo los días 3 y 4 de diciembre de 1900. Actuaron como comandantes del ejército oficialista los generales Berastegui y Manuel Mariano Torralvo. De nuevo el general Uribe es derrotado.
* Otro combate es el que se libró en la región de Gallo Crudo, pocos kilómetros arriba de Montería. "Allí se creyó que caería prisionero, pero el general Uribe Uribe era como fantasma. Llevaba el mapa del departamento en sus alforjas y con desconcertantes movimientos estratégicos burlaba fácilmente al enemigo".
Es de notar, que a Uribe Uribe, en las tierras del Sinú, le fue como a perro en misa no obstante haber llegado a ellas lleno de ilusiones, pues pensaba que aquí era el escenario propicio para la reivindicación de sus derrotas en los Santanderes.
Combatientes de la guerra de los Mil Días
CURIOSIDADES Y BUFONADAS DE LA GUERRA:
La guerra de Los Mil Días, además de ser un conflicto de muerte y horribles hechos, es adornado con algunos curiosidades y bufonadas, donde no estuvo ausente la anécdota picante y el cuentecillo malicioso y mal intencionado.
Muchos de los que se fueron para la guerra, como era común decir en la época, lo hicieron como quien va a un berroche. "... como si quisieran pasarla mamando gallo y poniendo pereque" . A pesar de la trascendencia del hecho, de donde se podía regresar con los píes por delante, no se tomaba en serio.
Se comenta que uno de los motivos que tuvo Uribe Uribe para abandonar los escenarios del Opón y el Magdalena, se debió a que "... algunos actores trágicos se habían vuelto bufones y algunos tramoyistas habían resuelto usurpar los papeles de mayor envergadura y responsabilidad" .
Por su parte José Dolores Zarante, cuando andaba con sus tropas por el bajo Sinú, se refiere a la indisciplina de quienes estaban bajo su mando, de la siguiente manera: "Yo propuse la salida inmediatamente, pero mis compañeros no me oyeron. Por desgracia no había disciplina y no podía haberla, y es forzoso decirlo, el desorden imperaba. Entonces yo les dije: Yo no he salido a paseo, ni a parrandas, sino a ver como puedo servirle a mi partido; me voy, pues, y los que quieran acompañarme, alístense, porque la comisión está llegando" .
De tal suerte que los escenarios de la guerra donde, además de los actores ponerse las máscaras como en las antiguas tragedias griegas, se colocaban las caretas de lo cómico. De pronto el Sinú, con sus características de picaresca y escatología, haya sido la región donde más circunstancias curiosas y anecdóticas se protagonizaron.
A continuación voy a relacionar algunos de esos hechos curiosos a manera de ejemplos:
1. Como queda dicho, las huestes bajo el mando de Uribe Uribe, era un grupo de hombres desarrapados, famélicos, sin recursos económicos y armados con machetes, chopos y otras armas hechizas; y casi sin organización militar. Pero, eso sí, valeroso y expertos en preparar asechanzas. Mientras que el comandado por el general Ospina, estaba bien equipado y alimentado. El cuento es que en Montería estaba aposentado un batallón oficialista dirigido por el general Milcíades Rodríguez, que dominaba las tierras del Medio y Bajo Sinú. En el bando enemigo, comandado por el coronel Juan Alberto Ramos, había un oficial atronado y dueño de alocadas ideas, que en varias ocasiones lo pusieron, tanto a él como a los soldados bajo su mando, al borde de la muerte cuando las ponía en práctica.
En cierta oportunidad se le dio por construir un cañón de guerra con cañas de guaduas y alambres de púas, ayudado con bejucos y cargado con perdigones de alambre y pólvora. El esperpento que resultó se puede tener como un antecedente de los lanza morteros modernos. Su sola visión causaba estragos en el pelotón contrario, tal como lo produjeron los conquistadores españoles cuando se presentaron montados a caballos ante los indios. Muchos se dieron a la fuga, pues pensaban que era un arma no convencional con un gran poder de destrucción.
El error del aprendiz de ingeniero fue poner en acción el artefacto sin necesidad aparente, pues disparó a la inversa matándolo. Se comenta que el combate lo hubiesen ganado los rebeldes sin siquiera haber disparado un tiro .
2. Es curioso, que a pesar de las discrepancias políticas entre Uribe Uribe y Ospina, practicaban un respeto casi rayano en la veneración, y una amistad sincera a prueba de lisonjas e hipocresías. Tanto es que Orlando Fals Borda sostiene que entre ellos existía un compadrazgo de por medio . Sin embargo algunos historiadores los ven como enemigos irreconciliables tanto en lo político como en lo militar y lo personal. En todo caso, hay detalles que nos indican que a la hora de la verdad, si no comían en el mismo plato si lo hacían en la misma mesa.
En la circunstancia del juego entre el gato y el ratón a que ya hice referencia, veamos lo que comenta el historiador Remberto Burgos Puche: "Decían las gentes que era que el general Ospina siempre tenía al alcance de la mano al general Uribe Uribe; en su fuga, pasó tranquilamente por Berástegui, donde almorzó, en tanto que el general Ospina se quedó a pernoctar en Ciénaga de Oro, dándole tiempo a Uribe Uribe para que tomara embarcación en Cereté en busca de salida del país por el mar" . Esta cita hace referencia a lo que siguió después del combate de Ciénaga de Oro.
3. Cuando el general Uribe Uribe salió derrotado de Ciénaga de Oro y había pasado por Berástegui (hecho comentado en el numeral anterior), llegó a Cereté y embarcó en una canoa río abajo, rumbo a Lorica . Se cuenta que cuando la deleznable embarcación pasaba por San Pelayo, donde algunos enemigos puestos al corriente del descalabro del líder liberal, le gritaron desde la orilla: "¡ Alto, quien vive! ¡ Detengan la canoa!", al tiempo que le tendía los rifles, el valeroso general salió de la rancha de la nave y con la mayor de sus flemas les dijo unas frases en perfecto inglés, lenguaje que no entendieron quienes le requerían. Creyeron que era un gringo desgaritado, de los tantos que ya hacían presencia por estas tierras, que bajaba de Montería rumbo al mar, y le dieron vía libre. Incluso le espantaron los perros que le ladraban desde la ribera .
4. Otro hecho curioso ocurrió durante el combate de La Floresta. Don Jaime Exbrayat lo cuenta así: "A esa hora parecía asegurado el triunfo de los liberales porque, acosados sin tregua y exhaustos de municiones, los conservadores corrían el peligro de quedar enredados y aniquilados, cuando de pronto un certero cañonazo derribó un árbol corpulento cerca del sitio donde estaba el coronel Manotas estacionado, anunciando la llegada de ‘El Vigilante’, buque del gobierno nacional, lo que fue suficiente para que los liberales se las prestaran a venado" .
5. Un caso que patentiza la picaresca sinuana y que además está revestido con un poco de escatología, son unos versos de autor anónimo, hechos al general Miguel Mariano Torralvo. Éste, no obstante ser un hombre respetable, de elevada estatura, gran reproductor de hijos y de cuerpo entre membrudo y adiposo, deparaba entre sus conmilitones un respeto rayano en el terror. A pesar de su apasionamiento por los encantos de las campesinas que habían llegado a la edad en que la mujer empieza a crecer en forma horizontal, a los hombres de dicha clase poco estimaba. Para él, ventosearse en presencia de sus soldados y trabajadores, era lo más natural del mundo. Pienso que no lo hacía porque simpatizara con las ideas de Diógenes de Sinope y demás cínicos, sino por pura chabacanería.
Pero el hombre, aunque sea el más humilde, tiene su dignidad y se le debe respeto. Así que como castigo de su desvergüenza y del mal olor de sus emanaciones intestinales, casi siempre indigestas, alguien, con madera de sarcástico poeta, le construyó esta suerte de madrigal en versos octosílabos rimados:
"De donde salió ese peo
el diablo meta su deo,
la guacharaca su pata
y un burro viejo la pata.
Te rezo tres padrenuestros
y cinco avemarías
pa' que ese maldito culo
termine en la verija mía".
Por supuesto, esos dos cuartetos eran declamados (en esa época se declamaba) a espaldas de don Miguel Mariano, mientras estaban los soldados en franquicia. Esa pieza poética se ha hecho proverbial, y hoy no es raro escucharla entre gentes del campo para exorcizar sus ventosidades.
BIBLIOGRAFÍA:
ABAD HOYOS; Gustavo: Cereté: su geografía, historia y cultura. Medellín: Imp. Litoflex, 1998.
BURGOS PUCHE, Remberto. Pincelazos. Montería: Graficas Corsa, 1985.
CASTRO SOCARRÁS, Álvaro: Episodios históricos del Cesar. Bogotá: Ed. Plaza & Janes, 1997.
DEAS, Malcolm. El contexto económico y fiscal de la guerra. En: Boletín Bibliográfico y Cultural. Bogotá: BLAA. Vol. XXXVII No. 54, 2000.
EXBRAYAT, Jaime. Historia de Montería. Montería: Domus Libri. 2ª Edición, 1994.
FRANCO, Pedro E. Mis andanzas en la Guerra de los Mil Días. Cartagena: Imprenta Departamental, 1964.
FALS BORDA, Orlando. Historia doble de la Costa (Resistencia en el San Jorge). Bogotá: Carlos Valencia Editores, 1986.
ISAZA, José Fernando y SALCEDO, Luis Eduardo. Sucedió en la Costa Atlántica. Bogotá: El Áncora Editores, 1991.
MENDOZA MENDOZA, Manuel: Leyendas sinuanas. Cereté: Lito Editora Sinú, 1939.
PRETELT MENDOZA, Manuel. Estampas de Ciénaga de Oro. Montería: Domus Libri. 2ª ed, 1997.
SANTA, Eduardo: Rafael Uribe Uribe. Medellín: Editorial Bedout 2ª Edición, 1968.
YANCES PINEDO, Rafael: Memoria de Sandio. Montería: Imprenta Departamental, 1969.
VILLEGAS, Jorge y YUNIS José. La Guerra de los Mil Días. Bogotá: Carlos Valencia Ed., 1979.
ZARANTE, José Dolores: Reminiscencias históricas. Cartagena: Imprenta Departamental, 1933.
LIBROS QUE NOS LLEGAN
EL AMOR BRUJO O LA HISTORIA DE LA GUITARRA Y EL PIOJO:
GUILLERMO TEDIO. (Barranquilla: Sibila Editores, 2008)
Amor brujo es una fábula sobre el poder y el arte. Tedio conoce a los clásicos del género y ese conocimiento lo valida en esta narración. Los tres elementos fundamentales del texto (los piojos con su guitarra, el circo y el inspector de sanidad) se conectan, con expresión crítica, de una manera coherente y ágil. Creo que el objetivo de Tedio de establecer una dialéctica entre el poder y el arte, se logra a plenitud.
El texto está situado en una Barranquilla maltratada, en donde casi todos los hombres, mujeres y niños, por la contaminación ambiental, se han quedado calvos. Y no existían animales, pues habían sido cazados o estúpidamente rasurados. Entonces el piojo (o la pioja), preñado, deambulaba en búsqueda de una cabeza que le trajera suerte hasta que entró en una casa y, en ese ambiente de soledad y despojo, confundió las cuerdas de una guitarra con una frondosa cabellera. Allí se estableció, y el recuerdo de haber vivido en la cabeza del director de una orquesta sinfónica, le permitió interpretar la Danza del fuego y el Amor brujo, que es objeto de especial reconocimiento por parte del autor.
Pero todo no saldría así de sencillo. A la ciudad había arribado un circo de lástimas, comandado por un gordo comedor de crispeta llamado Maleta Llena; en el cual el domador no domaba, los maromeros se estrellaban de los trapecios, el lanzador de cuchillos se equivocaba de blanco y el mago no lograba que el conejo saliera del sombrero de copa. En esas estaban cuando un representante del Estado llega a revisar la higiene en el circo, donde ya se hallaban la guitarra y los piojos haciendo su concierto. Pone en fila a todos los artistas y los examina. Cuando llega a la guitarra encuentra que tiene piojos en las cuerdas, pero que estos anopluros no son unos cualesquiera. El tipo, que es un resentido y un solitario, intenta reprimir lo que observa y oye. El ojo del Estado vigila al arte. Lo cree sospechoso. Pero el arte tiene sus esguinces y sus sorpresas.
La aparición de ese Inspector de Sanidad le da el toque de contradicción fundamentada que el relato esperaba. Y el desarrollo de su acción represiva es verosímil y el ataque de los piojos músicos a la caballera del inspector es un giro inesperado que favorece la narración.
Como ficción, el texto asume un final feliz, que es la derrota del burócrata. Pero esta felicidad es producto de la lucha, establecida entre el arte (los piojos en la guitarra verde) y el poder (el inspector). Felicidad que se logra, como sabemos, mediante un episodio biológico: los piojos brincan a la testa del Inspector y la rasquiña placentera que siente el hombre en su cabeza lo conduce a quedarse con los cirqueros. Como se observa, el disfrute que le produce la avalancha de piojos puede más que su oficio de represor. A lo Swift, Guillermo Tedio ha logrado una nouvelle de honda significación humana: JOSÉ LUIS GARCÉS GONZÁLEZ.
EL ENFERMO DE ABISINIA: ORLANDO MEJÍA RIVERA
(Barcelona: Editorial Bruguera, 2008)
Acabo de leer un libro bellísimo (El enfermo de Abisinia), que en género epistolar escribió el médico y filósofo Orlando Mejía Rivera, de cuya pluma yo había conocido "Pensamientos de guerra", premio nacional de novela en 1998, y "De clones, ciborgs y sirenas", un ensayo que trasunta elementos de la ciencia-ficción. Además de leer a Orlando, gozo hace varios años de su amistad, razón suficiente para divulgar las bondades de su obra, que ya ha sido traducida a varias lenguas europeas.
En éste, su último trabajo de ficción, que circula con el sello editorial de Bruguera, se ve a Rimbaud en la portada acostado sobre una almohada de encajes, aterido o febril, vaya uno a saber, con rostro de desamparo. Su aspecto es el de un ángel sin alas, y sus ojos enrojecidos y absortos recuerdan que su juventud díscola y aventurera estuvo signada por una incontrolable afición a una bebida embriagante conocida con el nombre de absenta, cuyo origen se encuentra en el ajenjo.
La novela comienza con unos versos de Girolamo Fracastoro, quien inventó el término sífilis para describir el mal ulcerado de un pastor llamado Sífilo, y sigue con una transcripción de un texto escrito por Edmond Lepelletier en L, ÉCHO DE PARIS el 20 de diciembre de 1891, en el que fustiga los vicios de Rimbaud y advierte sobre el daño que él y su corro de amigos, igualmente disipados y soberbios, le harían a las letras de Francia. Posteriormente hay un cruce de cartas entre Verlaine y el imaginario médico de Rimbaud en Harar, en el que Verlaine indaga por su efebo y el doctor Sotiro responde con un dejo de acrimonia por no haber sido capaz de plantear en su momento la probabilidad de que Rimbaud hubiera enfermado de saturnismo (intoxicación por plomo), y no de sífilis, como era la creencia por aquellos días.
La propuesta diagnóstica de Orlando Mejía a través del doctor Sotiro va a generar algunas discusiones académicas, puesto que la historia le atribuye la muerte de Rimbaud en Marsella a un tumor de rodilla. La novedosa proposición de Orlando está bien fundada en términos clínicos. De hecho, la intoxicación plúmbica no exonera a nadie del riesgo de desarrollar una neoplasia ósea, de tal suerte que en tal caso no se vislumbra contradicción médica ni biológica alguna. En la ficción, Verlaine nunca recibió la respuesta del doctor Sotiro, porque se había mudado del hotel donde vivía. De haberla recibido la tendría con él el día en que, ebrio y a horcajadas sobre una prostituta, murió con el convencimiento de que él y su antiguo pimpollo, al que había herido por celos en alguna ocasión tormentosa en Bruselas, compartirían hasta la eternidad las llagas del mal gálico.
Otra idea interesante que plantea Mejía Rivera en esta novela es que, dada la personalidad ensimismada que acompañó a Rimbaud después de su viaje al África, sus estudios del Corán en Abisinia hayan tenido como norte la vertiente sufí. Es perfectamente posible. Estos poetas malditos tienen algo de místicos y de sobrenaturales, y de manera sofisticada, en medio de sus demoníacos efluvios sensitivos, son capaces de concebir una íntima relación con Dios, plagada de renunciamientos y abandonos: ÁLVARO BUSTOS GONZÁLEZ.
ISAAC: JOSÉ LUIS GARCÉS GONZÁLEZ
(Neiva: Pijao Editores, segunda edición, 2008)
El tiempo en esta obra transcurre en tres espacios: Lorca, Barranquilla, México, y se cierra con Lorca. Es, por lo tanto, cíclico a la manera de los estoicos. En estas secuencias espacio temporales con las nuevas lecturas, paisajes, tertulias, amores, se forja la personalidad del escritor Isaac, o por lo menos alcanza sus perfiles definitivos. La linealidad de la narración se altera con el capítulo de la seducción de Mirta la vendedora, por parte del escritor. Un intexto incorporado a la novela. Lo mismo se puede afirmar del poema Elogio de las mujeres gordas, verdadera celebración de la abundancia de carnes erguidas sobre dos piernas. ¿Y qué decir de esa deliciosa transgresión de las mínimas reglas del idioma que es la carta que Mirta ausente le envía a su amante?: PIJAO EDITORES