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Raul Gómez Jattin

Elías Bechara Zainúm Elías Bechara Zainúm  

La Antorcha de Elías Bechara Zainúm
Por: Carlos Crismatt Mouthon

"Elías Bechara Zainúm nació en Lorica el 10 de diciembre de 1920
y murió en Montería en 9 de agosto de 2013
".

«Se ha encendido una antorcha. Que no se extinga». Esta fue la afortunada frase que ha marcado el derrotero de la Universidad de Córdoba desde su fundación en el año de 1964. Fue recogida por primera vez por su rector fundador Elías Bechara Zainúm en 1965, en el discurso de colocación de la primera piedra en los predios de la finca Nueva York, en donde aún funciona la alma máter de los cordobeses, y que según su testimonio fue estampada por un profesor y varios estudiantes en un tablero de uno de los dos salones que fueron cedidos por el rector del Colegio Nacional José María Córdoba.



El Rector de la Universidad de Córdoba, Dr. Elías Bechara Zainuúm y el Gobernador del Departamento, Dr. Germán Bula Hoyos -cuarto y quinto en primera fila, de izquierda a derecha- presiden la ceremomia religiosa de inicio de clases de la Universidad de Córdoba, en los salones del Colegio Nacional José María Córdoba. [Abril 4 de 1964]

Después de 50 años, es difícil imaginar el impacto que la creación de una universidad pública tuvo en la vida de una Montería apacible, de calles sin pavimentar, en la que las golondrinas dormían por miles en los cables eléctricos y los Jeeps Willys servían como taxis.

El Departamento de Córdoba había nacido a la vida jurídica el 18 de junio de 1952, seis meses después de expedida la Ley 9 del 18 de diciembre 1951 que lo había creado. Por ello, las fuerzas vivas de la ciudad de Montería, su capital, presentaban proyectos y buscaban apoyo en el gobierno central para crear y poner en marcha las instituciones esenciales para su desarrollo. En ello colaboraban todos, desde la clase política hasta los profesionales, comerciantes, ganaderos, agricultores y las gentes del común.

Fue en esos tiempos en que Elías Bechara Zainúm inició su labor en el sector educativo de Córdoba. Y una de sus ideas pioneras fue la creación de una entidad de educación superior del sector público, que ofreciera oportunidades a los jóvenes cordobeses que terminaban su bachillerato y no tenían las condiciones económicas para adelantar sus estudios profesionales en Medellín o Bogotá, tal como lo hacían los hijos de las familias más pudientes.

Y el desarrollo de esa propuesta y su materialización en la Universidad de Córdoba, que hoy cumple 50 años de su fundación, es el motivo que dio origen a la investigación del profesor Samuel González Arismendi, y que se plasma en este libro que hoy tienen en sus manos.


Salones de clases de la Universidad de Córdoba en la antigua Plaza de Ferias de Montería. [Año de 1965]

Por ello, como breve introducción a ese período de gestación y formación de la Universidad, quiero compartir con los lectores algunos recuerdos sobre la forma en que Elías Bechara Zainúm y sus colaboradores hicieron posible algo que en las mentes de los monterianos de esa época era una locura.

Quizás la parte más difícil de la historia, que generalmente se reseña en pocas líneas, fue la batalla jurídica para lograr que la idea de crear la Universidad de Córdoba pasara primero de ser una ordenanza de la Asamblea de Córdoba, la número 6 de 1962, a convertirse ese mismo año en la Ley 103 de 29 de diciembre de 1962, que creaba en Montería las Facultades de Ingeniería Agronómica y Medicina Veterinaria y Zootecnia, como dependencias de la Universidad Nacional de Colombia, con sede en Bogotá.

Posteriormente tuvo lugar un hecho muy significativo cuando Germán Bula Hoyos llegó a la Gobernación de Córdoba, ya que basado en la Ley 103 de 1962 dictó el Decreto 0319 de 1964 por el cual se otorgó personería jurídica a la Universidad de Córdoba y nombró como primer rector de la misma a Elías Bechara Zainúm, lo que le dio a éste las herramientas que necesitaba para ponerla en marcha el día 6 de abril de 1964.

Pero a pesar de haber iniciado labores, muy pocos sabían que la Universidad de Córdoba estaba en un limbo jurídico en que por ordenanza era departamental, pero por ley era nacional, de tal manera que era imposible conseguir recursos de la Nación para inversiones y funcionamiento. Fue entonces cuando se dio un segundo paso al lograr que se aprobara la Ley 37 del 3 de agosto de 1966, que le dio a la Universidad de Córdoba el carácter de Entidad Autónoma Descentralizada, pero a la vez determinó que sería regida por el Decreto Ley 0277 de 1958 que era el que reglamentaba la orientación de las universidades departamentales, lo que significaba que se quedaba en las mismas.

Sin embargo el rector Elías Bechara Zainúm no se daba por vencido y continuó la lucha, especialmente porque ya se avizoraba que en 1968 saldría la primera promoción de ingenieros agrónomos y médicos veterinarios y zootecnistas, y la Universidad de Córdoba no podría entregar los diplomas por no contar con el permiso respectivo del Ministerio de Educación para otorgar los títulos, debido a la indecisión jurídica en que se encontraba.

Para nosotros, los de la segunda promoción, fue triste que cuando terminamos académicamente en 1969 Elías Bechara Zainúm había salido de Universidad por razones políticas, que llevó a dividirnos entre «becharistas» y «antibecharistas». En su reemplazo fue nombrado José De León Martínez, quien se posesionó pero por razones de salud nunca estuvo en las instalaciones de la Universidad en la finca Nueva York. Para los trámites de los certificados de estudios tuve que viajar a Cartagena, en donde residía, para conseguir su firma. Y al mandar a confeccionar el mosaico respectivo de nuestro grupo decidimos colocar también a Elías Bechara Zainúm como Rector Fundador.


Mosaico de grado de la segunda promoción (1968) de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia
Elías Bechara Zainum (Rector Fundador), José De León Martínez(Rector), Gonzalo Rojas (Decano Facultad), Héctor García (Secretario Facultad)
Profesores:
Fila superior: Diego Lozano Castro, Miguel Abuchar Rumié, Julio César Cervantes Lagares, Noirtier Cano Guzmán y Antonio Estrada.
Fila inferior: Guillermo Vargas Melo, Juan Francisco Daza Van-Stralehlen, Jaime Vergara Vergara y Leopoldo Martínez Granados.
Estudiantes:
Fila superior: Juan Negrete, Rubén Gómez Jattin, José Luis García, Hernando Lara Medina, Jesús Safar Amador, Ricardo Manotas y Edinson Murillo Daza.
Fila inferior: Elkin Bechara Araque, Eduardo Palacio, José Herrera, Tulio Rojas Mercado, Jairo Petro Silva, Carlos Morelos, Rodrigo Pérez Aguas y Carlos Crismatt Mouthon.

Al final, por fortuna, y tras una larga batalla legal, se consiguió que el Consejo de Estado fallara en mayo de 1970 a favor de la creación de la Universidad de Córdoba, le diera vida jurídica y además determinara el carácter de Nacional por haber sido creada mediante Ley de la República. Tras esta decisión, y luego de los trámites ante el Ministerio de Educación Nacional, en el año de 1971 los egresados de las promociones de 1968, 1969 y 1970 recibimos en ceremonia conjunta el título de Médicos Veterinarios y Zootecnistas, siendo los primeros graduados de la Universidad de Córdoba.

De esta graduación me quedaron dos recuerdos que quiero compartir. Uno, que el Auditorio de esos tiempos era muy sencillo, al aire libre, ya que ocupaba el espacio embaldosado entre dos de los tres bloques que se construyeron inicialmente, y al fondo una tarima de poca altura y con techo de dos aguas. Y dos, que en ese momento yo era el Secretario de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia y los diplomas que se entregaron, incluido el mío, llevaban mi firma como tal.

Todo esta novela con final feliz fue posible gracias al apoyo de los amigos de Elías Bechara Zainúm y de los que comenzaron a creer en la Universidad de Córdoba, ya que era de conocimiento público que ciertos sectores del departamento eran totalmente opuestos a tener un centro de educación superior que, según ellos, sólo sería caldo de cultivo para las ideas de izquierda y traería problemas de orden público.

Lo irónico fue que los hechos que sucedieron en la segunda mitad de los años 60 en las universidades colombianas le dieron cierta razón a los opositores de la creación de Universidad de Córdoba, pues fue una época convulsionada por los continuos enfrentamientos de los estudiantes con la fuerza pública en razón de las huelgas que se realizaban, entre otras razones, por la reacción a las políticas educativas formuladas en 1961 en Punta del Este (Uruguay) a través de la «Alianza para el Progreso» y de sus célebres «Cuerpos de Paz» norteamericanos.

En razón de la teoría de los vasos comunicantes, desde la época de la Plaza de Ferias el estudiantado de la Universidad de Córdoba convocaba a marchas en respaldo a los movimientos de las otras universidades que eran detenidas por escuadrones de la Policía Nacional, que taponaban las salidas del recinto. Esto llevaba a que desde dentro de los corrales de la Plaza de Ferias se lanzaran piedras contra los uniformados, que llegaban protegidos con cascos, chalecos antibalas y escudos protectores. Inclusive, después del traslado a la finca Nueva York continuaron estos enfrentamientos, mientras que los detractores de la Universidad afirmaban que se habían confirmado sus temores.

Y lo más doloroso es que en esas fechas apareció el primer mártir de la Universidad de Córdoba, el joven Pedro Armando Quintero Amarís, estudiante de agronomía, quien fue muerto en Montería durante las marchas del 13 de marzo de 1969, en respaldo a los estudiantes del Instituto Técnico Agrícola de Lorica «ITAL» que protestaban por el anunciado traslado al corregimiento de Berástegui, en terrenos del antiguo Instituto Colombiano de Construcciones Escolares «ICCE», en donde hoy funcionan las facultades de Medicina Veterinaria y Zootecnia e Ingeniería de Alimentos.


Grupo de graduados de 1971 de las promociones de 1968, 1969 y 1970 de la Facultad de Medicina Veteriinaria y Zootecnia.
Primera fila: Damián Gil, Martín Hessen, Hernando Martínez Coneo, Gerardo Ojeda, Jesús Safar Amador, Jorge Ganem Robles [Rector], Manuel Doria, Gustavo Solano Baquero, Edison Murillo Daza, Jesús Curvelo y Luis Gómez.
Fila superior: Rodrigo Pérez Aguas, Carlos Morelos, Hernando Lara Medina, Juan Negrete, Rafael Lugo, Tulio Rojas Mercado, Luis Marchena, Alvaro Vega y Carlos Crismatt Mouthon.

Pero quiero regresar al comienzo de labores de la Universidad de Córdoba, que tiene dos momentos históricos, como lo fueron la misa del 4 de abril de 1964 en el Colegio Nacional José María Córdoba -en la que el gobernador Germán Bula Hoyos acompañó al rector Elías Bechara Zainúm y a los directivos, profesores, estudiantes e invitados especiales-, y luego el comienzo de clases el día 6 de abril del mismo año y en esa misma sede, en la que el rector había dado en préstamo un salón que servía como dormitorio y el que fue dividido y acondicionado en dos salones de clases para los primeros cursos de Ingeniería Agronómica y Medicina Veterinaria y Zootecnia.

De esta primera estación en el Colegio Nacional, que demoró apenas unos meses, se llegó después a las épocas de la Plaza de Ferias y de la Finca Nueva York. Mi testimonio es a partir de 1965, cuando llegué como «primíparo» a la Plaza de Ferias, en donde creo que se aseguró el futuro de la Universidad de Córdoba, pues parecía algo mágico el contraste de recibir clases en unas condiciones locativas tan precarias y el optimismo de Elías Bechara Zainúm y los primeros profesores -la mayoría de los cuales lo hacían como una colaboración- que siempre actuaban como si estuviésemos en la más grande y prestigiosa universidad del mundo. Allí tuve mi primera lección de vida, ya que aprendí a valorar todo lo que tenía, por ínfimo que pareciera. Además, el diario convivir en forma tan cercana permitió el conocimiento casi íntimo de cada uno de nosotros, lo que repercutió indudablemente en la formación de una comunidad universitaria con espíritu de solidaridad y superación.

En esta época de la Plaza de Ferias, en la que los pasillos de las pesebreras servían de salas de clases para los cinco cursos, dos de agronomía, dos de veterinaria y uno de topografía, en vez de reclamos por las incomodidades, se sentía orgullo por hacer parte de una naciente Universidad que por fuera del departamento tenía gran receptividad y prestigio.

Al final de esos pasillos de clases estaban las diferentes dependencias. En el de la izquierda estaba la sala de anatomía. En el del fondo estaba la biblioteca y la enfermería. Y en el de la derecha estaban las oficinas de rectoría, de las facultades y de la escuela de Topografía, así como los laboratorios de microbiología y química. Hasta el ruedo central, en donde se paseaban los animales en las ferias, tenía función, y allí se hacían las prácticas de asignaturas como Manejo de Animales.

No puedo seguir adelante sin mencionar a un grupo de personas que también contribuyeron en los primeros pasos de la Universidad y que generalmente son olvidadas en las reseñas que se han hecho. En primer lugar los médicos Manuel Encinales, Ramiro Bustos Berrocal, Hugo Corrales y el 'Káiser' Espinosa. Enseguida la bibliotecóloga Laura Botero Mendoza, quien hizo el milagro de crear de cero una colección de libros especializados que nos sacaban de apuros en las consultas. También el grupo de secretarias, entre ellas Marina Lara Medina y Cecilia Rodríguez -que fueron secretarias de rectoria-, Maida Rodríguez -que era la encargada de «picar» los esténciles para las copias de las conferencias- Carmenza Medina, Judith Padrón, Elvia Corrales, Carmen Vergara, Elvia Corena y Dalis Durango.

Termino esta lista incompleta con otros dos personajes. Puello, el hombre encargado de preparar con formol los burros sacrificados para las clases de Anatomía, que también era chofer y cantante. Y Máximo, el primer celador de la época de la Plaza de Ferias, que tenía entre otras tareas cuidar los burros que se compraban o eran regalados para las clases de Anatomía. Fue el artífice de una de las más graciosas y recordadas anécdotas, cuando un día en que se perdió uno de los burros el Secretario General Aquiles Colón García le envió una carta en los siguientes términos:

«Señor
RMÁXIMO
E. S. D.

Lo conmino a comparecer en el término de la distancia ante mi despacho, para que se sirva justificar el posible derrotero a seguir por el jumento a su muy digno cargo.

Con sentimientos de consideración y aprecio,

Aquiles Colón García
Secretario General
Universidad de Córdoba
»

Como Máximo no sabía leer, nos buscó desesperado para que se la leyésemos. Después de oír su contenido, sólo llegó a exclamar con voz compungida:

«-¡Derrotero!, ¿será que me van a echar? -¡Jumento!, yo cuando le he mentado la ma'e al doctor Aquiles.»


Colocación de la Primera Piedra (1965). El señor Rector de la Universidad de Córdoba, Dr. Elías Bechara Z., a la izquierda, pronuncia ante el señor Gobernador del Departamento, Dr. Ramón Berrocal Failach y del Canciller de la Diócesis de Montería, Dr. Arnulfo Hernández, el discurso con motivo de la colocación de la primera piedra de los edificios de la Universidad.

Durante las deliberaciones previas al inicio de labores, una de las grandes preocupaciones de quienes acompañaron a Elías Bechara Zainúm en esta aventura -lo que también sirvió de argumento a sus contradictores-, era el costo de la nómina del futuro profesorado. Pero ya tenía pensado, por un lado, que mientras la Universidad podía obtener un presupuesto anual que le permitiera funcionar sin apuros, le pediría a sus profesionales amigos que dictaran cátedras ad honoren, lo que pudo conseguir y en el primer año de labores estuvieron en Ingeniería Agronómica Hernando Rodríguez Romero (Decano), Limberto Sáenz Alarcón (Secretario), Eduardo Blanco Niño, José Londoño, Julio Badel, Orlando Mendoza, Manuel H. Iriarte y José Venancio Palacios ; y en Medicina Veterinaria y Zootecnia Mario Giraldo, Miguel Fadul, Marcos Díaz Castillo y Rafael Caneda Bossa, entre otros.

De otro lado, siempre tuvo en mente que podía conseguir con las instituciones de carácter nacional que tenían oficinas en Montería, que sus profesionales bien calificados colaboraran como catedráticos. Recuerdo entre ellos a los que prestaron sus servicios en Medicina Veterinaria y Zootecnia en el primer año de labores, como los veterinarios Julio Cervantes Lagares de la Zona Agropecuaria del Ministerio de Agricultura, quien fungió como Decano, y Leopoldo Martínez Granados del Centro de Diagnóstico del Instituto Zooprofiláctico Colombiano.

Después se unieron otros profesionales del ICA que laboraban en la Granja Experimental de Turipaná, entre ellos los veterinarios Reynaldo Rubio, Jefe del Programa de Ganado de Leche, Jaime Vergara, Director del Programa de Ganado de Carne -quien después fue nombrado Gerente de la Regional No. 2 del ICA en Montería-, Alfredo Serrano, Luis Carlos Caraballo -que posteriormente se hizo cargo de la campaña de control de la aftosa- y el ingeniero agrónomo Libardo Escobar, Director Seccional del Programa de Pastos y Forrajes.

No puedo pasar por alto el nombre del profesor Bernal, conocido mejor como el «Gordo» Bernal, que tuvo a su cargo la cátedra de Anatomía. Aunque gozó de fama de bonachón, también fue célebre porque durante los exámenes ocultaba con su bata blanca de laboratorio algunos orificios o partes del hueso para desorientar al alumno. Igualmente fueron contratados los veterinarios Noirtier Cano Guzmán -que aún está vinculado a la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia-, Diego Lozano Castro, Miguel Abuchar Rumié y Benjamín «Mincho» Brunal Brunal.

También se me viene a la memoria uno de los primeros problemas para nosotros los estudiantes, que fue la consecución de los libros para el estudio de ciertas materias, que eran escasos y muy costosos, como en mi caso la voluminosa Anatomía de Sisson y Grossman. Ante este reto, Elías Bechara Zainúm consiguió en Bogotá un grabador electrónico para las hojas de esténcil, las cuales normalmente se perforaban con los tipos de las máquinas de escribir sin la cinta. Y si la persona era curiosa, con una aguja de coser podía hacer dibujos elementales. Estas plantillas se colocaban en la rueda de una máquina impresora llamada mimeógrafo -que era la fotocopiadora de ese tiempo-, que agregaba tinta a su respaldo y luego al pasarla sobre una hoja en blanco le transfería el pigmento a través de las partes caladas y se formaban las letras y dibujos.

En el caso del grabador electrónico, funcionaba como una máquina de duplicar llaves, ya que en un lado se colocaba la hoja del esténcil y en el otro la hoja del libro, la cual era escaneada y su imagen transferida mediante pequeñas agujas a la plantilla del esténcil. Esta anécdota sirve para ilustrar la preocupación de Elías Bechara Zainúm hasta por los más pequeños detalles.

En cuanto a la primera época de la finca Nueva York, en donde hoy funciona la Universidad, hay cierta duda en cuanto a la fecha del traslado del Coliseo de Ferias a ese sitio, ya que se menciona la fecha de marzo de 1968.

Pero está documentado en una foto del profesor de la Universidad Nacional José Antonio Reverand con nuestro grupo de tercer año de Medicina Veterinaria y Zootecnia, que a mitad del año de 1967 vino a dictarnos el curso de Anatomía Patológica en el nuevo anfiteatro en la finca Nueva York, que hoy es la estructura que ocupa la cafetería central.


Clase de Anatomía Patológica con el profesor José Antonio Reverand en 1967.
(De izq. a der.) Carlos Crismatt Mouthon, Marcos Murillo, Rubén Gómez Jattin, José Antonio Reverand [Pofesor], Hernando Lara Medina, Ricardo Manotas, Luis Alberto Gómez, Jairo Petro Silva, Damián Gil, Juan Negrete, Mauricio Villalobos, Edinson Murillo Daza, Tulio Rojas Mercado, José Luis García Petro, Rodrigo Pérez Aguas, Manuel Doria, Carlos Morelos, Jesús Safar Amador y Carmelo Villamil.

Para no polemizar, bien pudo ser que solamente los estudiantes de Medicina Veterinaria y Zootecnia fuéramos los primeros en utilizar las nuevas instalaciones de la finca Nueva York a mediados de 1967, aprovechando que ya estaba listo el anfiteatro de anatomía, y que después el resto de dependencias de la Universidad se pasaron a comienzos de 1968. Recordemos que el anfiteatro era un problema sanitario en la Plaza de Ferias por el manejo de los cadáveres de los burros que se utilizaban para las clases prácticas de anatomía y cuyos olores, especialmente del formol, molestaban al resto de la comunidad.

Sobre el curso del profesor Reverand hago dos anotaciones. Una, que era descendiente directo de Próspero Reverand el médico francés que atendió al Libertador Simón Bolívar en sus últimos días en Santa Marta. Y dos, que algunos de los profesores de la Universidad Nacional, por sus compromisos en Bogotá, venían en su temporada de vacaciones a dictar cursos en la Universidad de Córdoba, ya que como dije atrás, nuestra facultad hacía parte de la Nacional.

También quiero destacar la faceta de relacionista público de Elías Bechara Zainúm, quien en la etapa de preparación para la apertura de la Universidad en abril de 1964 aprovechó su amistad con muchos congresistas, especialmente los de la Costa Atlántica, para divulgar el comienzo de labores en la Universidad de Córdoba y a la vez invitándolos a que mandaran a los «muchachos», así nos llamaba, de sus departamentos a formarse como agrónomos y veterinarios en Montería, ya que, según él pregonaba, eran los profesionales que se necesitaban para el futuro agropecuario del país.

Claro, que tampoco debe minimizarse el papel importante que jugó la llamada «Radio Bemba» para que la noticia de la apertura de Universidad de Córdoba, con muchas facilidades económicas, se regara como pólvora en toda la Costa Atlántica. Hay que recordar que en esas calendas no existía Internet ni sus redes sociales, los periódicos existentes eran de circulación local y los teléfonos eran de tres números y de pocos usuarios.

Al revisar el Boletín No. 1 de julio de 1965 de la Universidad de Córdoba, editado por el Secretario General Aquiles Colón García, se encuentra que la respuesta fue positiva, ya que en ese año se matricularon 132 estudiantes en Ingeniería Agronómica y Medicina Veterinaria y Zootecnia para primero y segundo años, siendo el mayor número de Atlántico, Bolívar, Córdoba y Guajira, aunque también llegaron algunos de Antioquia, Chocó, Cundinamarca, Magdalena, Tolima, Valle y hasta uno de República Dominicana. Recordemos que posteriormente a este año fue que se crearon los departamentos de Sucre, en 1966, y de Cesar, en 1967.

También debo consignar el entusiasmo de Elías Bechara Zainúm por la planeación universitaria. Fruto de ello fue que desde su nacimiento hizo a la Universidad de Córdoba parte de la Oficina de Planeación Universitaria de la Costa Atlántica «OPRUCA», con sede en Barranquilla. Esta fue una estrategia -junto a las universidades de Atlántico, Cartagena y Magdalena-, para poder acceder a los recursos del gobierno nacional y establecer contactos y beneficios con universidades e instituciones extranjeras, tales como la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional «USAID», la Fundación Rockefeller, la Alianza para el Progreso y universidades de Florida, en Estados Unidos.

Otra de las iniciativas de esta integración universitaria fue la creación del modelo de «Estudios Generales», que eran dos semestres básicos para los que ingresaran al primer año de estudios. La Universidad de Córdoba fue la primera en adoptarlo en 1966. Esto permitiría la transferencia de estudiantes entre las cuatro universidades oficiales de la Costa Atlántica, para lo cual se firmó un convenio que comenzó a funcionar en 1969. La de Cartagena nunca adoptó los «Estudios Generales», y las restantes los cancelaron años después.

Recuerdo que el promotor de esta iniciativa de integración a nivel nacional era Néstor Hernando Parra, quien fue gobernador del Tolima y rector de la universidad del mismo nombre. En la Universidad de Córdoba hicieron parte del primer grupo de planificadores Jorge Guerrero Trujillo, posteriormente rector de la Universidad de Córdoba, Noel Morales Calao y Antonio Vallejo Morales, quien después fue rector de la Universidad del Atlántico. Ellos, asesorados por los funcionarios de «OPRUCA» de Barranquilla, entre ellos el doctor Ortiz, formularon el «Primer Plan Quinquenal de la Universidad de Córdoba».

Otro punto importante que debo comentar era la estrategia de Elías Bechara Zainúm para integrar a la naciente Universidad de Córdoba con la sociedad monteriana, mediante la realización de la «Semana Universitaria», evento que ya tenía tradición en las universidades colombianas. Fue así que a partir de 1965 y hasta 1968 se realizó cada año la «Semana Universitaria de la Universidad de Córdoba», con un torneo galante en el que participaron bellas jóvenes como candidatas de Agronomía, Veterinaria, Topografía y Estudios Generales, éstas últimas a partir de 1966. Se eligieron como reinas a Sonia Kerguelén de Veterinaria en 1965, Magola Lora de Agronomía en 1966, Adelaida Martínez de Estudios Generales en 1967 y Miryan Ferreira de Agronomía en 1968.

Este reinado estudiantil recibió el apoyo del comercio para realizar la publicidad con afiches y pasacalles, el desfile en carrozas por el centro de la ciudad y la caseta bailable que se hacía en la Avenida Primera. Así mismo, la coronación se hacía en el Club Tuminá, en donde hoy están las instalaciones administrativas de Comfacor, siendo el orador principal el Secretario General Aquiles Colón García. Pero en 1968 el Tuminá decidió cancelar el préstamo de sus instalaciones, al igual que se negaron los otros clubes sociales a quienes se les solicitó, por lo que ese año el acto se realizó en los predios de la Universidad en la finca Nueva York.

Y, sin presentirlo, este fue el final de las semanas universitarias, pues dos hechos conspiraron para ello. Por un lado la dificultad para llegar a las instalaciones de la Universidad por la distancia, la escasa iluminación y el difícil camino de acceso, y, por el otro, que como la entrada fue libre algunas personas no identificadas promovieron desórdenes. Pero lo más triste fue que precisamente la «Semana Universitaria» de 1968 había tenido gran repercusión debido al trabajo de relacionista de Elías Bechara Zainúm.


En desarrollo de las actividades de la «Semana Universitaria» se realizaban actos culturales y el «Reinado Universitario». En la foto de la izquierda se ven las instalaciones de la Universidad de Córdoba en la Plaza de Ferias (año 1965) y en la de la derecha el rector Elías Bechara baila con Magola Lora, la Reina Universitaria de 1966.

Como periodista del semanario «El Correo del Sinú», en donde tenía a mi cargo la página deportiva, consigné en una crónica la asistencia del presidente de la república Carlos Lleras Restrepo, las conferencias de Roberto Burgos Ojeda, Jefe del Departamento de Humanidades de la Universidad de Cartagena; Miguel Santamaría Dávila, Gerente de la Federación Nacional de Ganaderos «Fedegán», y del humanista Mario Laserna. También se presentó la obra de teatro «Maluco el Bejuco», de Guillermo Valencia Salgado, el «Compae Goyo», y eran candidatas al Reinado Universitario Virginia Calume, por Medicina Veterinaria y Zootecnia; Myrian Ferreira Char, por Ingeniería Agronómica y Julia Burgos, por Estudios Generales.

Igualmente vale la pena recordar los esfuerzos de Elías Bechara Zainúm por desarrollar un proyecto de bienestar estudiantil -como se decía antes-, que contempló varios aspectos que eran innovadores en la Montería de esa época.

En primer lugar fueron famosas la residencias universitarias, para lo que alquiló dos casas, una en la calle 29 entre carreras 7 y 8, y otra en la carrera 2 entre calles 29 y 30, dedicadas a dar alojamiento a los estudiantes que venían de otros municipios y departamentos. Luego instaló una cafetería en la propia sede de Universidad en la finca Nueva York, en donde se ofrecían desayunos y almuerzos a precios subsidiados. Además, la institución contaba con los servicios de un médico que expedía el paz y salvo para la matrícula de los estudiantes, y también atendía con una enfermera los casos de lesiones o enfermedades que se presentaran.

También compró un bus con cabina metálica, diferente a las de madera de los buses usados entonces, y que por su color verde fue bautizado como el «Iguano». Tenía como chofer oficial a Jesús, quien terminó jubilado por la Universidad, e inicialmente hacía un recorrido que entraba por la carrera 2ª y luego cruzaba a la calle 29 para recoger a los de las residencias universitarias, y retornar finalmente por la circunvalar aún sin pavimentar para regresar a la Plaza de Ferias. Exagerando, decíamos que en el «Iguano» para doblar en una esquina se debía comenzar a girar el timón desde mitad de la cuadra. En ese transporte llegamos por primera vez a mediados de 1967 al anfiteatro de anatomía en las nuevas instalaciones de la Universidad en la finca Nueva York.

Creó asimismo el Comité Estudiantil de Deportes, que alcancé a presidir en su primera etapa, encargado de orientar las prácticas de los jóvenes alumnos de la Universidad. Con el atleta cartagenero Avelino Barros se trabajó en competencias de pista y campo, pero especialmente en carreras de velocidad. Con el beisbolista el 'Papi' Pérez se organizó por primera vez el equipo de béisbol, que con el paso del tiempo terminó compitiendo en el torneo departamental con gran éxito. Para los amantes de la pelota chica es bueno recordar los nombres de jugadores de esos primeros tiempos, como Santos Berrocal, Roque Abdala, Oswaldo López, Jairo Berrocal, Ricardo Lozano, Cicerón Paz, Ivo Alvear, Gastón Combatt, Alfonso Batista, Eduardo Mardini, Iván Hernández y otros, que vistieron con orgullo el uniforme de la Universidad de Córdoba.

E igualmente estuvo atento a las manifestaciones culturales y artísticas. En la parte musical buscó los servicios de Tiburcio Romero -autor de canciones populares como el «Bocachico Sinuano»- para que formara el Coro Estudiantil de la Universidad de Córdoba, el cual participaba en los actos solemnes de la Universidad. Recordemos que Tiburcio Romero es el autor del «Himno de la Universidad de Córdoba». Y en el teatro, llamó también a Guillermo Valencia Salgado, el «Compae Goyo», quien con los estudiantes de la Universidad participó en concursos regionales y nacionales, especialmente con el montaje de su obra «Maluco el Bejuco».

Finalmente, debo reconocer que al revivir estos episodios de la gestión de Elías Bechara Zainúm en el proceso de creación y puesta en marcha de la Universidad de Córdoba, no se logra entender cómo con tan pocos recursos, en una sociedad que no estaba preparada para ese salto educativo y ante un sinnúmero de adversidades que le tocó sortear en lo personal, legal y administrativo, hubiese logrado este milagro del que aún hoy -medio siglo después- nos sentimos orgullosos.

Y es por ello que no dudo en calificar de excelente la importancia, pertinencia y transcendencia de este trabajo del profesor Samuel González Arismendi, que logra moverse con pericia por los hilos intrincados de la historia y rescatar estos acontecimientos -casi condenados al olvido en las mentes de sus actores- que nos da a conocer en el 50 Aniversario de la Universidad de Córdoba.


Elías Bechara Zainúm y Carlos Crismatt Mouthon.

 

© Carlos Crismatt Mouthon - Abril 6 de 2014

 

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