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Francisco Zumaqué Gómez


Francisco Zumaqué Gómez

Zumaqué dirige la Filarmónica de Bogotá.


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Una vereda tropical clásica

Por BERNARDO HOYOS PEREZ

Sus orquestaciones y composiciones le han puesto ropa moderna a la música nacional.

FRANCISCO ZUMAQUÉ GÓMEZ. Nació en Montería, 18 de julio de 1945. Inició sus estudios musicales (orquestación, dirección y composición) en el Conservatorio Nacional de Música de Bogotá y los concluyó en París. Gran parte de su trabajo lo ha orientado a la música electro-acústica, no sólo componiendo sino adelantando importantes investigaciones. Ha sabido introducir la música primitiva y popular colombiana en composiciones orquestales y le ha dado un toque vanguardista y renovador a la música popular colombiana, como por ejemplo en su Porro Novo. Ha compuesto música para cine, televisión y comerciales. Fue galardonado con el Gran Premio de Composición, Lili Boulanguer (1971-1973) en París, Mención del premio príncipe Rainiero de Mónaco (1974), Premio en el segundo concurso latinoamericano de composición de Río de Janeiro. Fue profesor de composición del Conservatorio Nacional de Música de Bogotá y colaboró con la Orquesta Filarmónica de Bogotá como compositor, instrumentista y director residente. En la actualidad vive en Europa.

El tatarabuelo era un marino mercante que llegó de Yucatán a fines del siglo pasado. Sinú abajo fue a parar a Montería. "Me gusta la idea del apellido indígena", dice Francisco, el vástago más famoso de una familia muy musical. Nació hace 54 años detrás de la Catedral de Cereté, en la calle Cartagenita y en la casa de su bisabuela materna Blasina. Todo el mundo tocaba música en esa casa, el bisabuelo el bombardino - instrumento esencial en papayeras y bandas festivas - y saxos, guitarras e instrumentos típicos eran cosa de la vida familiar diaria.

Francisco estudia en Montería con el profesor francés Exbrayat y a los doce ya hace imitaciones de Pérez Prado para la orquesta del padre. En Medellín trabaja luego con grupos populares y el maestro Mario Gómez Viñes, quien tanta y buena influencia ha tenido en la formación de músicos serios colombianos, lo adentra en contrapunto y armonía. Todo eso le abre camino para el Conservatorio Nacional de Bogotá, que le concedió en 1970 la beca al mejor alumno de Bellas Artes de la Universidad Nacional.

Entra a la escena Nadia Boulanger, una de las personalidades musicales más célebres del siglo, fallecida a los 92 años en 1979, formadora de generaciones de intérpretes y compositores. De Stravinsky y Copland a Piazzolla y Zumaqué, muchos grandes de este siglo vivieron la experiencia Boulanger. "El maestro Rafael Puyana me recomendó a ella. Me la presentó y me abrió su casa. Le debo a él una gratitud perdurable", dice el autor de Macumbia, para quien Mademoiselle, como la llamaban sus íntimos, se convirtió en mentora, maestra y consejera. "Nos conseguía médicos y vivienda. Nos presentaba a la gente importante y lo esencial, me enseñó a respetar la tradición musical viva y fuerte de mi tierra.

 

Al comienzo le dejé oír muchas cintas que no le dijeron nada, pero cuando improvisé al piano ritmos del Pacífico, afirmó con inmenso entusiasmo que por ahí estaba la cosa", recuerda. A la legendaria Boulanger le encantaron los Cuartetos de Zumaqué, quién obtuvo en su Academia el Premio Lili Boulanger. Estuvo en París hasta 1977.

El embajador en Madrid entonces era Belisario Betancur. Siempre descubriendo y estimulando el talento colombiano le abrió camino en la Filarmónica de Bogotá, como Director invitado. De esa época son sus ya clásicos arreglos de la música de José Barros y Lucho Bermúdez. Durante la Presidencia lo nombró Asesor Cultural en Bonn. El Presidente Barco lo Conservó en su cargo. Zumaqué se convirtió así en embajador estable de la música colombiana durante ocho años.

Pero antes de esa experiencia europea había trabajado como arreglador de la Fannia All Star, de Cheo Feliciano y Eddie Palmieri. Entonces ya era, en el mejor sentido, lo que hoy se llama "músico del mundo", aquel que sabe preservar una rica tradición nativa y aliarla a las corrientes más exóticas de otros países y culturas. Su sólida formación le permite experimentar, dar base y ritmo y métrica contemporáneos a toda su creación. Entre sus obras de largo alcance de los ochenta se cuentan el oratorio 'Simón', para orquesta, solistas y coros de niños e indígenas, estrenado en 1986, el 'Oratorio de la Paz' y la 'Missa Sacerdotalis'.

Sus cuartetos de cuerda, prueba suprema del artífice clásico, están grabados por el cuarteto de la Universidad Autónoma de México. Para el Dúo Contemporáneo de Holanda compuso 'Música de Cámara para vientos y percusión', una de sus obras más notables, grabada en Europa por el Fondo Cultural Cafetero.

Hoy Zumaqué se mueve entre Colombia y el exterior. Por estos días trabaja con músicos llaneros, en su escenario. Es invitado frecuente de muchos encuentros sobre tratamiento del lenguaje musical tradicional en expresiones contemporáneas. Su 'Taller de Utopías' es un ensayo largo y bien sustentado sobre la riqueza de las músicas regionales. "Es preciso situarnos en el espectro de la cultura universal como interlocutores válidos", anota. "A la manera de Paul Simon cuando elabora materiales africanos o de Peter Gabriel en sus trabajos tan bien logrados con música del mundo", aclara. "Nuestra materia musical es profusa y generosa. Nada tiene que envidiar a la del resto del mundo. Tan buena como nuestra pintura o literatura. Hay que darle ropaje actual, sofisticado y moderno para que el mundo la escuche".

El 16 y17 de septiembre se estrenará su Ballet 'Manglares', homenaje a Hernando Tejada, el desaparecido y muy fértil maestro de plástica, con el ballet de Gloria Castro y la Nueva Orquesta del Valle. El 15 de octubre se presentará 'Bajo el cielo antioqueño', película muda muy famosa y poco conocida, restaurada por un equipo de trabajo al mando de Jorge Nieto Díaz. La música es de Francisco Zumaqué y estará tocada en vivo por la Filarmónica de Bogotá. "Hay canciones de amor para los protagonistas, pero el resto de la música no es de época", dice el compositor, quien nos prepara una sorpresa.

Zumaqué ya lleva 200 opus. A él no le gusta la palabra. "Es muy europea", dice. Trabaja en un catálogo cronológico de su vasta obra. Sus arreglos de la mejor música de Colombia suenan con sello tan suyo, de color y ritmo tan individual, que siguen siendo, por supuesto las mismas piraguas, los sanfernandos, las velas prendidas y los sotareños que tanto se quieren, pero desde el ataque se reconoce la "voz zuma", fresca en color y textura, audaz en ritmo, de diseño instrumental claro y contrastante en sus fuertes acentos. Él mismo es excelente compositor popular cuando no arregla. Y un veterano de series de televisión, a quien se le ocurre con Fernando Gómez Agudelo darle sabor pacífico a un pasaje clásico de la Cantata 'Actus Trágicus' de Bach en la 'Mala Hora'.

Mano habilísima es la suya para manejar timbres y ritmos complejos y un lenguaje armónico denso y transparente a la vez. Quien quiera la salsa no la encontrará más sabrosa ni endiablada que la suya. Y quien prefiera la sabia polifonía del cuarteto, también puede seguir el sabio camino que la abre el compositor. A Zumaqué no le interesa el serialismo (la escuela que hereda las teorías de Schoenberg) porque le parece árido y sacrificó generaciones de compositores latinoamericanos. "No es preciso mirar a Europa como serpientes encantadas" - dice Zumaqué. Debemos tomar para siempre el sendero de nuestra vereda tropical". El nacionalismo puede ser anacrónico para Europa pero válido en nuestro continente. Aquí conviven con naturalidad tonadas del siglo XVI, cantos de indios, ritmos africanos y todo el relumbrón del día de Michael Jackson y Prince", anota. Y a todo eso bien cocido sabe Zumaqué, como lo sabe el país que vibra al ritmo de su 'Colombia Caribe'.

*Bernardo Hoyos es periodista cultural.

 

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