Alejo Durán José Manuel Vergara Contreras Grafisinú (2a. edición) Montería, 1989
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Con este Alejo Durán, recreado, redivivo y visto a la luz de la crítica, sus antiguos admiradores coincidimos con José manuel Vergara en que la mujer no solamente ha sido el centro de la inspiración de este juglar sino que ha dado lugar a sus melodías más inolvidables como son Fidelina, Sielva María, Irene (la del célebre "039"), Joselina Daza, Bren, Chave, Sabina, la del papelito de Ayapel y otras musas que en el ritmo de su acordeón mágico se eternizan en el paisaje y en el tiempo del sueño".
José Luis Díaz Granados "Es poco frecuente en el país que alguien dedique el ocio literario a la exaltación de nuestros valores musicales. Parece en verdad, como si la música no fuera más que para oirla, sin adentrarse en ella a auscultar sus recónditos sitios ancestrales. José Manuel Vergara intenta con fortuna ese diálogo entre el hombre y la melodía, y el ritmo de su secreta intención corre como un agua pura por sus páginas. Pero, además del afecto humano al creador musical e intérprete, se pone de manifiesto una íntima comunicación entre el biógrafo, por así decirlo, y la comunidad histórica que le sirve de marco y ambiente propicio para la creación. Es así, precisamente, como Alejo Durán y su acordeón no pueden ser desarticulados, pertenecen a una misma emoción de la vida y a un mismo concepto jubilar". Ramiro De la Espriella
Fragmento:
"Contó que Fidelina era una muchacha de Chimichagua. La conoció y se enamoró de ella cuando trabajaba en la ganadería Las Cabezas de Trespalacios y Piñeres y le tocaba llevar ganado al playón en época de verano, cerca de Chimichagua. Una tarde acordaron que ella se vendría con él cuando scaran el ganado de la ciénaga para la hacienda, al legar el invierno. Dos días antes del viaje charló con ella y concertaron la cita para la fuga en la parte de atrás del patio de la casa, con tan mala suerte que cuando Fidelina salía para "volarse", la mamá se dio cuenta y, con la gritería que formó, frustró la aventura. Con gran tristeza Alejo tuvo que irse solo. |