EL GALLO VIEJO DE POLO MARQUEZ
A las diez de la mañana de
aquel domingo de resurrección llegó Polo Márquez
a la peluquería de su compadre Turiano. Se subió
a la silla y observó en silencio el cartel de la pared
de enfrente que invitaba a todos los aficionados de Pueblo a la
gran concentración gallística
- Compadre - dijo Turiano -. ¿,por
qué no vamos a la gallera? Yo sé que a usted te
gustan las riñas y, además, tiene excelentes ejemplares.
Y en una concentración como ésta, con asistencia
de pueblos vecinos, ganaría.
- No, compadre, hasta hace dos años
yo tuve los mejores gallos del mundo, pero la maldita peste acabó
con mi cría y desde entonces no he vuelto a la gallera.
Cada vez que me acuerdo de eso me sobrecoge la tristeza. Es
mejor no pensar en esa desgracia
- Perdone usted, no sabía
que le hubiera ocurrido semejante tragedia. Con razón
no había vuelto a esos lugares Yo voy todos los domingos
porque esa es mi pasión - soy un fanático de las
riñas ¿Quiere tomarse un traguito? Tengo aquí
uno bueno y fuerte como a usted le gusta. Siempre que trabajo
me los cuelo para estar en forma cuando llegue la hora
-Bueno. , tomemos unos cuantos mientras
que termina.
-El domingo pasado - prosiguió
Turiano - vinieron de Corozal y nadie en Pueblo se les enfrentó
Me acordé de usted ese día: hubo una época
en que a usted tampoco le paraban gallo. Ahora casi no hay buenos.
Las cuerdas están descuidadas y los cuerderos dejan mucho
qué desear. Uno apuesta porque conoce el dueño del
animal. pero resulta que la pelea no llega a fondo, Los aficionados
de Pueblo vienen protestando por el mal estado de los gallos y
debido a eso personas de aquí ya están apostando
en favor de los forasteros. Usted, que hace tanto tiempo que
no va a la gallera, ¿por qué no me acompaña
hoy? Le aseguro que se distraerá mucho y, más que
todo, recordará sus viejos tiempos. Anímese compadre,
anímese!
- Sólo conservo un gallo viejo,
ciego. encañonado, llamado El Relámpago, que está
suelto en el patio y que ha hecho ciento cincuenta peleas, sin
perder una.
Al decir esto lo invadió la
emoción como una llamarada incontenible.
- Vamos a buscarlo - decidió
-, así sea para no pagar la entrada.
Cuando Polo Márquez penetró
al recinto aquella tarde, todo el mundo se puso de pie. Hubo
aplausos y se oyeron voces que dijeron: "Nadie llegó...
la pendejá... Polo Márquez.. el gallero más
grande del mundo!"
Aplacada la momentánea perturbación
de los asistentes, las riñas siguieron. Pero Polo no apostaba,
observaba no más. A las cinco de la tarde, unos señores
de Corozal, emocionados, desafiaban a los cuerderos locales para
que le pararan gallo a uno chino, dos tres, que ellos tenían.
Había un complejo sicológico colectivo y el apabullamiento
del dinero y el suspenso y la insistencia. Hasta que a Polo se
le subió la sangre a la cabeza Y gritó:
- Señores. mi gallo ciego
es del mismo peso que el de ustedes, y se lo echo!
Siguieron varios minutos de silencio
y asombro por lo que parecía un adefesio,, una ironía
o una burla. Pero Polo volvió a gritar
- Si señores, mi gallo es
de ese peso, y si quieren, juego! Recojan el dinero que puedan
que yo solo apuesto todo!
Miles de ojos se clavaron en el rostro
de Polo Márquez. No salían del asombro por tan
disparejo, inesperado y absurdo desafío De inmediato una
lluvia de billetes y monedas se desgajó desordenadamente
de las gradas e inundó el pequeño circulo de la
gallera Pero el objetivo era único : el gallo de los
forasteros. Nadie apostaba al gallo viejo, ciego y encañonado
de Polo Márquez, pues era difícil imaginar siquiera
que pudiera hacerle parada al contender tan bien motilado, tan
bien cuidado y tan colorado y tembloroso por el estado mismo de
su cuido. Les había llegado la hora del desquite a los
perdedores de la tarde. Muchas personas apostaron todo lo que
tenían
En menos de diez minutos, alguien
anunció que habían recogido cien mil pesos.
- Va todo por mí solo - replicó
Polo Márquez.
- Compadre, lléveme algo -
le propuso el peluquero.
- Lo hago sólo porque usted
es mi compadre, nojoda!
Cuando un cuerdero de Pueblo le pidió
el gallo para calzarlo y picarlo, Polo precisó:
Los gallos de Polo Márquez,
los calza y los pica Polo Márquez!
En medio de la tensión emocional,
del silencio contenido, del secreto regocijo de muchos, soltaron
los gallos. Cantó el de los forasteros en el centro del
ruedo, y el de Polo se fue acercando a la valla y se cuadró
en la dirección del canto. Polo lo seguía con la
mirada, con una vehemencia de hipnotizador. Cerraba y abría
los ojos con fuerza como tratando de precisar en su memoria los
triunfos de otros tiempos en las diferentes galleras de la región.
Y tal vez concluiría para sí que un gallo de su
cría no podría jamás pisotear su prestigio
de gallero de renombre. De pronto abrió los ojos desmesuradamente,
los posó en la multitud y con voz premonitoria exclamó:
- El trabajo es que lo pique, porque
lo mata!
Y como si le hubiese indicado con
la palabra lo que debía hacer en la contienda, el gallo
de Polo dio un salto al instante en que se elevaba también
el adversario, con tan mala suerte para éste, que el gallo
de Polo lo agarró por las plumas del buche y rrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr!
Solamente vino a soltarlo después de media hora de repelo,
en medio del escándalo y el histerismo de la gente.
- Regístrenle el buche! -
ordenó Polo Márquez desde la valla opuesta con cierto
aire de satisfacción.
El cuerdero de los forasteros, apenado
y aturdido, entró al ruedo, alzó su gallo muerto
y al registrarle el buche le encontró doscientas ochenta
puñaladas, todas mortales. Más de cuatro mil personas
entre risas, llanto, rabia e histerismo, siguieron al pie de la
letra la hazaña de Polo Márquez. En el delirio,
como movidos por una fuerza superior, saltaron de todos los costados
de la gallera y se dirigieron al sitio donde Polo estaba.
Hubo un momento de confusión
inicialmente, pero bien pronto el tumulto se orientó hacia
la puerta de salida y cuando empezó el desplazamiento por
la calle principal, se veía en lo alto las imágenes
un poco borrosas por la sombra de Polo Márquez, del peluquero
y el gallo, entre vítores y aplausos, recorriendo
la más larga calle de Pueblo, hasta la puerta de su casa,
en una distancia de veinte cuadras.
- Que me escupa Dios si esto es
mentira !