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En el Valle de las Tempestades José Manuel Vergara Contreras Grafisinú Montería 1990
Solapa |
Se necesita una gran dosis de conciencia
acerca de lo que somos, para empezar el trayecto de la burla.
Y todo parece encaminado a decirle al Hombre: no te ufanes, no
te afanes, cosa hipócrita, poca cosa eres. Y, por favor,
no te lamentes idiota erecto: comes lo que cultivas.
Sí, más que amor hay humor, un humor encaminado a los principios y al destajo de la vanidad, de la falsa sapiencia, de la deleznable trascendencia. José Manuel Vergara, fiel a sus furias, da una bofetada. Quizá una bofetada que ríe. José Luis Garcés González En este libro de José Manuel Vergara sucede algo para mí importante. Nosotros estamos llenos de España, de Francia, de Inglaterra, de sus figuras metafóricas, pero aquí se está demostrando pie a pie, palabra por palabra, que éste es otro mundo, otro génesis, que José Manuel Vergara no es otro poeta, sino nuestro poeta. No estamos leyendo a Rimbaud ni a ningún poeta maldito. Estamos en presencia de un poeta que está utilizando elementos nuestros, árboles nuestros, alma nuestra, corazón nuestro. Esta es una poesía americana. Está hecha aquí, en Mocarí, en Planeta Rica. Cuando se trabaja con esos términos irreverentes que nos golpean, que nos impactan, estamos utilizando un Español del Caribe, que muy pronto dejará al Español de Madrid como lengua muerta, pues ya no tendremos necesidad de regresar a esas fuentes. Guillermo Valencia Salgado Contraportada Hay que aprender a penetrar la epidermis para no caer en el error de creer que el hombre es lo que muestra. Esa careta es vulnerable: basta detectar el fondo. No es fácil este trabajo, porque si sólo nos anima la intención de desnudar para darle cabida a la burla, la emoción de trasponer la puerta nos golpeará la cara, y seremos ratones royendo mármol, y se nos caerán los dientes. Lo anterior presupone que debemos entrar de buena fe, sin ánimo de hacer sufrir, tal vez con un poco de humor o compasión para amortiguar el efecto de la lágrima que pueda asomarse al párpado. Porque es posible que mientras estemos haciendo esa penetración a la humanidad del prójimo, igual cosa hagan con nosotros sin que podamos exigir la buena fe. Siempre fracasará quien considere la intimidad de los demás como algo diferente de la propia. Hecha esta advertencia, empezaremos a tomar posesión de sus secretos, con el sano propósito de destruir la vanidad. Solo entonces, podremos recobrarla plenitud y derrotarla tristeza.
Poema:
Cuando no logra descifrar su origen |