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EL CEBÚ EN COLOMBIA


Sinopsis

La historia del ganado Cebú en Colombia comienza en 1912, cuando el alemán Adolf Held importó un toro de la India a su finca Jesús del Río, en el municipio de Zambrano (Bolívar), la cual mantuvo hasta finales de la decada de los 60 su hijo Walter Held. Se asocia a este acontecimiento el nombre de su colaborador y socio Augusto Tietjen. El toro fue bautizado como Palomo, y el linaje de su familia se propagó por toda Colombia entre 1912 y 1956 con 15.907 miembros entre puros, de alto mestizaje y cruzados con hereford, red poll, holstein y pardo suizo.

En 1932 fue prohibida la importación de animales cebú a Colombia, bajo la razón de ser portadores de peligrosas enfermedades. Gracias a los buenos oficios del médico veterinario Manuel Gómez Rueda -quien fuera director nacional de ganadería- se logró levantar la veda e importar en 1939 de Estados Unidos los primeros ejemplares de la raza Brahman, 20 hembras y 20 machos puros.

La gran acogida de la raza Cebú, por sus cualidades de rusticidad, producción de carne y mayor resistencia natural a las enfermedades, se reflejó en la creación el 20 de julio de 1946 de la Asociación Colombiana de Criadores de Ganado Cebú "Asocebú".

35 Años en la Ganadería en Colombia

La Unión Nacional de Asociaciones Ganaderas "UNAGA" publicó en 1989 el libro "35 Años en la Ganadería en Colombia", en el cual se cuenta brevemente esta historia:

El cebú en Colombia

Los historiadores no se han podido poner de acuerdo acerca de quién y cuándo trajo a Colombia el primer ejemplar cebú.

Unos atribuyen el hecho a la compañía bananera United Fruit, que lo habría traído, obviamente, de Estados Unidos; se estima que fueron bueyes de tiro ya que nunca se encontró en la zona descendientes de esos animales.

Otro sostiene que fue Eduardo de la Torre Sánchez, propietario de la hacienda Acuatá, de Tocaima, quien en 1907 habría introducido los dos primeros toros cebú, importados directamente desde la India, a través de Alemania, por intermedio de la casa Boot. Se cree que eran animales guzerá, por su buena talla, frente en forma de plato y cuernos de lira.

’; Palomo", ¿el primer cebú?

Al lado de los leones africanos, de los tigres de Bengala y de las panteras negras de un circo trotamundos, como si fuera tan feroz y exótico como estas fieras, llegó a Colombia este famoso y quizá primer ejemplar cebú en ingresar al país.

Viajó 30 días desde Hamburgo a bordo de un buque, y que ancló en Puerto Colombia a finales de 1912. Lo importó Adolfo Held, un alemán experto en tabaco llegado al país en 1880, quien a comienzos de este siglo fundó la hacienda Jesús del Río, en Zambrano, a orillas del Magdalena, que con los años abarcaría 21.000 hectáreas. Held, atacado por el paludismo como todo europeo que se respetara por entonces, volvió en 1911 a su tierra para curarse con quinina las fiebres y escalofríos tropicales. Allá se encontró con un paisano y amigo que vivía en Brasil a donde había llevado ganado cebú, que había resultado ideal para el calor y demás características del trópico. Eran animales que habían viajado entre la India y Brasil, pasando por Alemania, también en la barriga del buque que le daba vueltas al mundo comprando fieras para el circo.

"Palomo", bautizó Held a su cebú, un macho de dos y medio años, el ’; adán’ del cebuismo colombiano. El animal despertó la máxima curiosidad entre ganaderos y ganadoscosteños con los cuales llegó a convivir en Zambrano.

Se le puso a servir una vacada grande, criolla, huesuda y descarnada. Las primeras crías, esperadas con la misma expectativa que años más tarde despertarían las nacidas mediante transferencia de embriones, por ejemplo, resultaron muy buenas en salud y peso, recordaba hace poco Walter Held, hijo de aquel alemán pionero.

En 1915, Held trajo dos nuevos machos, esta vez de Texas, pero esa es otra historia. Pero volviendo a ’; Palomo’, este fue el prolífico tronco de una familia que entre 1912 y 1956 llegó a tener 15907 miembros, puros, de alto mestizaje y cruzados con hereford, red poll, holstein y pardo suizo, que se regaron por todo el país, y también por Panamá, a donde se exportaron 102 animales en 1938.

Para satisfacer la curiosidad de todos los ganaderos pero especialmente de los modernos cebuistas, les contamos el destino de los hijos de ’; Palomo’. El primero, obviamente se quedó en la finca de los Held, en Zambrano, y varios de los demás fueron a parar a ganaderías santandereanas. El segundo lo compró Abdón Espinosa, padre de Abdón, Augusto y Jorge Enrique, reconocidos cebuistas. El tercer retoño del toro fue llevado a Ocaña por José Domingo Jácome; el décimo séptimo se lo llevó Pedro Vicente Tristancho, de Bucaramanga, en 1916, y el siguiente lo compró Enrique Gast, quien lo puso al servicio de su vacada, en Socorro.

En 1915, ganaderos vallecaucanos de las familias Eder y Garcés trajeron de Estados Unidos algunos ejemplares. Una década después ya era posible adquirir animales 7/8 de sangre cebú, muy buscados por los ganaderos porque transmitían a las vacadas criollas rusticidad, adaptación al medio, resistencia a plagas y enfermedades y mejores rendimientos de carne.

Raza prohibida

La importación de animales cebú fue prohibida por el gobierno colombiano en 1932 con el argumento de que la raza era portadora de peligrosas enfermedades. Algunos sostienen que las autoridades encargadas de la sanidad del hato bovino nacional cedieron a las presiones ejercidas por ganaderos locales, criadores de ejemplares blanco orejinegro, muy populares entonces dada su alta resistencia a parásitos como nuche y garrapata.

Un personaje clave para que se Ievantara esta restricción fue el médico veterinario Manuel Gómez Rueda. Este profesional recorrió en la década del 30 casi todo el país por razón de su oficio, lo que le permitió ser testigo de primera mano de la situación de la ganadería colombiana, particularmente en su aspecto sanitario. Una de las principales características de nuestro hato era la elevadísima, y por ende preocupante, mortalidad, que en los terneros llegaba a ser de hasta 80%.

La excepción a este grave problema la encontró Gómez Rueda en una hacienda de los Eder y Garcés, en el Valle del Cauca. Allí, los terneros con sangre cebú no sólo sobrevivían sino que mostraban fortaleza y viveza extraordinarias. Situaciones similares encontraría en otros hatos de la región, y en todos atribuían esas bondades al cruzamiento con animales cebú.

También lo sorprendió hallar que los novillos que mayor demanda tenían en la especializada plaza de ferias de Medellín eran aquellos con sangre cebú, que según los matarifes, daban mayores rendimientos en canal.

Al final de la década, Gómez Rueda entró a formar parte del gobierno como director nacional de ganadería y desde allí empezó a buscar la derogatoria del veto, la que se consiguió en los últimos meses de 1939.

El propio Gómez Rueda encabezó una delegación oficial que buscaría en el exterior ejemplares cebú de extraordinaria calidad para mezclarlos con las razas criollas existentes entonces. Se buscó la posibilidad en Brasil, pero la presencia extendida de la fiebre aftosa, por entonces desconocida en Colombia, impidió la importación.

Fue en Estados Unidos donde encontró lo que estaba buscando y tras recorrer muchísimas ganaderías del estado de Texas escogió 20 hembras y 20 machos puros, que se despacharon por vía marítima. Llegaron por Barranquilla y fueron ubicados en Jesús del Río, la hacienda del alemán Adolfo Held, donde los recogieron los ganaderos que querían renovar la sangre de sus rebaños. El gobierno colombiano, muy interesado en el fomento y crecimiento del sector pecuario, y para incentivar a los productores pecuarios que adquirieran estos animales cebú, los subsidió con 25% de su precio.

Restablecido el ingreso de la raza al país, las ganaderías de carne encontraron en el cebú el aporte que necesitaban para multiplicarse por toda la geografía nacional.

35 Años en la Ganadería Colombiana. Unión Nacional de Asociaciones Ganaderas. Bogotá. 1889.

 

© Carlos Crismatt Mouthon
 
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