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EDICION No 4424 SÁBADO 09 DE JUNIO DE 2007 - MONTERIA - COLOMBIA

Somos un país de desalmados

Toño Sánchez Jr. Por TOÑO SÁNCHEZ Jr.

(I)

Cuan perversos y cuan desalmados son muchos colombianos, periodistas y políticos en este país. Aquí todo lo que haga, creyendo que es por el bien de esta Nación, de inmediato se sataniza. Si unPresidente quiere negociar on la guerrilla le caen por débil. Si utiliza la fuerza militar, legalmente constituida, para acabar con la subversión, entonces es guerrerista. Si no accede a un intercambio humanitario, bajo las condiciones de la guerrilla, es tildado de intransigente e inhumano; si lo permite, su acción es considerada 'sospechosa', ya que busca es 'otros' intereses. Si se sienta a negociar con grupos de autodefensas, sus criticastros consideran esta acción como una catástrofe nacional, a la vez que es sindicado de militante o simpatizante de ellos, por proponer semejante desafuero. Ni hablar de lo que dicen esos mismos despellejadores de oficio, de aquellos ciudadanos que defienden la negociación y de los que residen en esas regiones de influencia 'para'.

Aquí, haber negociado con los paramilitares ha sido toda una tragedia. Sacar del conflicto a un grupo ilegal armado, que perpetró las más terribles masacres, que combatió a la guerrilla con sus mismos crueles métodos, que desplazó, que acabó con subversivos vestidos de civil, que sembró el miedo y el terror en muchos campos colombianos, que se financió con el narcotráfico, que amedrentó a la población urbana, que se tomó el poder político, judicial y social a punta de fusil, no ha servido de nada. Para los amos de la crítica y los siervos del conflicto, esta negociación fue un fracaso rotundo. Y esos mismos catones, que por lo general están en las esferas de los centros del poder central de este país, jamás han aportado una idea a la paz de esta Nación. Más bien tienen es comportamientos como de sicópatas, pues parece que les encantara que el fenómeno paramilitar continúe. Con el fin de tener suficiente 'material' para poder criticar y enjuiciar las políticas gubernamentales del mandatario de turno y para despedazar a las regiones en donde se produjeron estos conflictos. Hay personas de este tipo, tan perversas que ruegan que su crítica se haga realidad, sólo para tener el morboso placer de decir: "Yo lo dije".

No hay nada más fácil, y hasta deleitoso para esos catones, que vivir criticando todo. Sus vidas transcurren sólo buscando las desacertadas decisiones de los demás. Dedican su tiempo a escudriñar los defectos de los otros. Pero jamás, léase bien, jamás, hacen un aporte o plantean soluciones reconciliadoras a todos los problemas que dicen ver o que maquinan. Lo peor de todo es que muchos en el pasado vivieron, otros aún viven, del Estado. Y, supuestamente, según ellos, en aquellas épocas todo sí que se hacía bien. Y cómo no iba a estar todo bien si nunca se atrevieron a enfrentar abierta y públicamente el problema del paramilitarismo, de la guerrilla, del narcotráfico y de la corrupción. Lo que hacían muy bien era 'cohabitar' con ellos, en los cuatro años que estaban en el poder.

Por ello quiero plantearles a los lectores un corto ejercicio de memoria reciente, de cómo presidentes y políticos, que han estado en el pasado en momentos cruciales, con oportunidades únicas de cambiar para bien la historia de este país o evitar más muertes de colombianos y extranjeros, los han dejado pasar por cobardía, por beneficio personal, por conveniencia política y por miedo a enfrentar con pantalones esos fenómenos desestabilizadores. Debo reconocer que hubo una excepción, Virgilio Barco Vargas.

Empecemos rápidamente con Belisario Betancur. Con este Gobierno creció inmensamente la guerrilla y el narcotráfico. No quiero decir que el mandatario de turno buscara ese resultado, pero al no enfrentar de manera decidida estos fenómenos de violencia, se llegó a un resultado no esperado. La subversión se apoderó de más regiones y en éstas impuso lo que saben dar: terror y miseria. La guerrilla ya se había tomado, desde hacía años, en cientos de municipios el poder político. Lo oficializaron con la legalización de su organización política Unión Patriótica, UP. Recordemos que en Montería existió el Frente Popular, donde militaban la mayoría de simpatizantes de la subversión.

Era la época en Córdoba, en la que muchos profesores daban en la mañana, en sus clases de sociales, ideología marxista, y por las tardes iban a cobrar 'vacunas' o a 'boletear'. A todas éstas, cuando será el día en que el llamado Magisterio aceptará su responsabilidad, en el sentido de que muchísimos de sus miembros hicieron que inocentes jóvenes se fueran para el monte a cargar un fusil.

Pero volvamos al tema que estamos tratando. Con Belisario Betancur la guerrilla hizo lo que le vino en gana. Un grupo llamado M-19 acabó con el máximo órgano de una de las ramas del poder público. El narcotráfico empezó a asesinar ministros, jueces y oficiales de la Policía. También comenzó a convertir las selvas de Colombia en inmensos laboratorios de procesamiento de cocaína. Y recordemos que para proteger todas estas estructuras se necesitaban ejércitos privados de justicia.

En otras regiones, verdaderos grupos de Autodefensas trataban, con la ayuda del Ejército Nacional, defenderse de la guerrilla a causa del abandono total del Estado. Aún estos grupos no habían sido penetrados por el narcotráfico.

El Ejército Nacional que venía debilitándose, al caer constantemente de emboscada en emboscada, tuvo en sus manos el máximo triunfo que una fuerza legalmente constituida sueña: derrotar militarmente a un grupo subversivo. Los que estaban por caer eran los del M-19. Pero Belisario no quería irse sin dejar el romántico legado de que él era el presidente de las palomas blancas. Suspendió la operación y negoció con el M-19 indulto, perdón y olvido. Muchos oficiales, suboficiales y soldados recuerdan con rabia y tristeza como veían subir decenas de mulas con avituallamiento, medicinas y frazadas para la guerrilla, mientras ellos tenían que conformarse con unas añejas raciones de campaña.

Ya aquí se sabía lo que le venía a los colombianos con el narcotráfico, la guerrilla, los grupos de autodefensas, los grupos de justicia privada y los paramilitares natos. En esta época muchos le temían al narcotráfico, no por su poder sicarial, sino por los secretos que les guardaban a muchos políticos y gobernantes.

Luego vino Virgilio Barco Vargas, liberal, 1986-1990. Fue elegido con la máxima votación conocida hasta ese entonces. Días antes de las elecciones, el 'impoluto' Presidente que estaba de salida, permitió un programa televisivo, en horario prime time, en contra del candidato Barco Vargas, sin derecho a réplica. Con el ánimo de socavar su credibilidad, pero la treta no dio resultado.

Si Dios lo permite seguimos la próxima semana...

 

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