Por TOÑO SÁNCHEZ Jr.

¿Qué significa ser un hombre? Este interrogante, aparentemente simple, pareciera ser una pregunta existencial. Pero no es así. Alejandro Panagulis, fundador y jefe de la resistencia griega a finales de los años 60, ante esta misma pregunta, hecha por la gran periodista Oriana Fallaci, respondió: “Significa tener valor, tener dignidad. Significa creer en la humanidad. Significa amar sin permitir que un amor se convierta en un ancla. Y significa luchar. Y vencer”.

El doctor Elías Bechara Zainum encaja perfectamente en esta clase de hombres. Es de esas personas que nos enorgullece saber que es cordobés y que es nuestro paisano. Es un ejemplo de vida para una sociedad que ya no cree en la existencia de prohombres y ciudadanos ejemplares.

Una de las mayores virtudes de este admirable cordobés es que nunca permitió que la palabra imposible se convirtiera en un freno para sus sueños. Estoy seguro que a pesar de su condición, aún esta palabra está proscrita de su alma.

Sus amigos recuerdan que desde joven siempre le interesó el bienestar de los demás. Y lo materializó cuando estaba en Barranquilla. El doctor Bechara es bacteriólogo y estando en esa ciudad abrió su laboratorio. Don Hernán Gómez Pineda, relata con fascinación, que para aquella época el doctor Bechara se dio a la tarea de producir ampollas de penicilina, que eran la medicina del momento y la responsable de salvar millones de vidas en el mundo. Y para su amigo era importante que se pudiese usar en la Costa. Por lo cual se hizo muy prestante con su laboratorio.

Lo mismo que aquí en Montería cuando lo abrió en la calle 30 con 5ª , en el edificio de ese otro gran cordobés, José María Taboada Vivero, conocido como ‘El Pito’. Allí atendía el doctor Bechara todos los días. De 20 pacientes, a lo sumo pagaban unos seis, a los demás él les regalaba los exámenes.

Su vocación de servicio hacia los demás se dio a conocer en toda la región. Esto lo llevó por un corto tiempo a los caminos de la política. Fue allí donde comenzó a trabajar en un proyecto que fue considerado por todos como un propósito imposible, otros lo catalogaron como “una locura del doctor Bechara”. Crear una Universidad para Córdoba.

Ya se había embarcado en otra aventura académica de la cual había salido victorioso. Fue el gestor del Colegio José María Córdoba. Fue quien consiguió los terrenos en donde hoy todavía funciona.

Su inmenso amor por la educación nace de la convicción que tiene de que sólo con la educación es posible acabar con la desigualdad. Ya que los que tenían recursos podían irse a estudiar a Bogotá. Los que no tenían, debían contentarse con ser simplemente bachilleres.

Su monumental dedicación al proyecto de la Universidad de Córdoba, que fue apoyado por unos cuantos amigos que le creyeron, dio sus frutos. Germán Bula Hoyos lo ayudo en la consecución de los terrenos para la institución. Ya creada la Universidad lo nombran primer rector, a la que se dedica con su alma, vida y corazón.

Pero a los grandes hombres no le pueden faltar las dificultades y los sinsabores. Cuando ya la Universidad es conocida en todo el país y todo marcha bien, un grupo de estudiantes lo obligó a renunciar, alegando una serie de razones injuriosas. Confirmando ese aforismo de que así paga el diablo a quien bien le sirve.

Y es sólo en las derrotas y las dificultades en donde se conoce de qué están hechos los verdaderos hombres. Cuando todo el mundo creyó que el doctor Elías Bechara estaba derrotado, apareció como el ave Fénix y fundó la Universidad del Sinú.

Cuando empezó con este nuevo sueño se volvió a escuchar: “Esa es otra locura del doctor Bechara”. Y de verdad que los hombres corrientes llaman locura a lo que los grandes hombres llaman sueños.

Se decidió a abrir nada menos y nada más que el programa de Derecho en 1980. Cuando esta carrera era la ‘vaca sagrada’ de la universidades del interior del país. Iba a ser muy difícil que a una provincia le dieran esa licencia. Pero como esté cordobés no conoce la palabra imposible se lo propuso.

Cuando vino la comisión de Bogota del Icfes y Ministerio de Educación a realizar la visita definitiva para la aprobación, se encontraron que el único salón que tenían no cumplía con las dimensiones y el espacio que por metro cuadrado, debe tener cada estudiante en un salón de clases. La Universidad del Sinú funcionaba en la famosa casa amarilla del otro lado del río, por la calle 34. Tenía dos salones, uno para clases y el otro para la administración. Quedaba uno al lado del otro.

El doctor Bechara por primera vez temió que no le iban a aprobar la Universidad. La visita dijo que regresaría por la tarde para tomar la decisión. Se quedó pensando en qué hacer. La solución se la dio una ‘mona’.

Mandó a buscar un albañil y derribó la pared que separaba los dos salones y dejó uno sólo, que cumplía las medidas de la comisión evaluadora. Cuando regresaron en la tarde se encontraron que la reserva que tenían ya había sido superada. Allí nació la hoy inmensa Universidad del Sinú. En todo este gran proyecto lo acompañaron su esposa Saray y su familia. Y no hay que olvidar a su mano derecha y amiga Magaly Cogollo.

Jamás un estudiante salió triste de la rectoría de la Universidad del Sinú, luego de entrevistarse con el doctor Elías Bechara Zainum.

El pasado jueves lo condecoró el presidente Álvaro Uribe Vélez. Ninguna condecoración será suficiente para este gran hombre cordobés. No hay como pagarle, ni en vida ni después, a este honesto personaje por todo lo que ha hecho por la educación de Córdoba. Su generosidad será patrimonio cordobés. A toda la familia Bechara Castilla mis más sinceras felicitaciones. Y sólo me atrevo, respetuosamente, agregar que un legado educativo como este tiene que volcarse para el desarrollo de Córdoba.

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